martes, 14 de diciembre de 2010

Y EL GANADOR ES....

Bueno, pues ya se cerraron las encuestas que hice en mi blog con respecto a mis dos fics sobre SLQH, y, bueno, el resultado es este:

Gracias a tod@s por haber votado

:)

viernes, 26 de marzo de 2010

EPILOGO

Era una calurosa tarde de comienzos de otoño. Un hombre, ya entrado en la cuarentena, estaba sentado en un banco. Se ocultaba en un gran periódico, por encima del cual espiaba el parque infantil que había delante de él. Varios niños jugaban alegres. Los padres conversaban entre ellos, a la vez que algunos cuidaban de los niños para que no se hicieran daño. Otro hombre se sienta junto a él.

- Bona tarda,- se responden ambos, sin apenas mirarse.


El segundo hombre, igualmente en la cuarentena, se fija de repente en su compañero de banco, le mira fijamente.


- ¿Ángel?,- pregunta, sorprendido. El otro hombre baja el periódico y le ve.


- ¿Dani?


Los dos hombres se reconocen y se saludan afectuosamente.


- ¡Caray, Ángel! ¡Cuánto tiempo!


- ¡Ya te digo! ¿Cuánto ha pasado ya? ¿Siete, ocho años?


- Diez,- responde Dani, con cierta vergüenza.


- ¡Diez!,- silba Ángel -. Y, dime, ¿qué es de tu vida? Que perdimos vuestros números y no sabemos nada más de vosotros después del bautizo.


- Pues Berta y yo nos hemos mudado. Ahora vivimos por Legazpi. Luego te paso la dirección y mi nuevo número, que me lo cambié hace poco. ¿Y Patricia y tú qué tal lo lleváis? ¿Seguís viviendo donde siempre?


- Sí, seguimos en Valladolid.


- ¿Y qué hacéis aquí en Barcelona?


- Pues hemos venido para que mis padres conozcan a su nieto.


- Hombre... Después de diez años que aún no hayan visto al pequeño Ángel...


- ¡No, no! ¡Si a Ángel sí que le conocen!


- ¿Entonces...?,- los dos quedan en silencio. Ángel se ruboriza mientras su amigo le mira fijamente, con los ojos como platos y dibujando una gigantesca sonrisa en su rostro -. ¡Enhorabuena!,- le abraza efusivamente -. ¿Y qué tiempo tiene?


- Pues apenas seis meses.


- Joder...,- se le queda mirando en jarras -. Al fin tenéis un hijo de los dos...


- Dani...,- Ángel carraspea -. Que Ángel también es mi hijo...


- Perdona... Pero ya sabes a lo que me refiero... ¡En fin! ¿Y Patricia?,- mira a todas partes.


- Pues con mis padres en casa. Yo me he traído al pequeño al parque para que no molestara en casa... Por cierto, ¿y tú qué haces aquí?


- Bueno... Yo también estoy aquí por motivos familiares... Pero de otra índole...,- Dani baja la cabeza, entristecido. Ángel posa su mano en su rodilla -. Mi padre ha muerto...


- Oh... Lo siento mucho...,- le toma del hombro -. ¿Y Berta?


- Con mi madre, consolándola.


- ¿Y tú, por qué no estás con ellas?


Un niño, de unos once años, les interrumpe. Se acerca sin dudarlo a Ángel


- ¿Me das dinero para un helado?,- pregunta.


- No, que luego no comes.


- ¡Que sí como!


- Que no.


- ¡Jo, papá...!


- Ya sabes que luego mamá se enfada conmigo.


- ¿Es Ángel?,- pregunta, sorprendido, Dani.


- Sí.


Dani mira al niño. Éste mira a Dani, tímido.


- No te acuerdas de mí, ¿verdad? Ha pasado tanto tiempo... Soy el tío Dani. ¿No te acuerdas? Lo suponía... Bueno, simplemente que sepas que tus papás son amigos míos. Ya nos pasaremos un día por casa. ¡Por cierto! ¡Tu papá me ha dicho que tienes un hermanito! ¿Cómo se llama?,- el niño calla, sonriente.


- Di: "Se llama Dani",- responde Ángel, mirando al niño. Dani mira a su amigo.


- ¿Dani?,- Ángel le mira.


- Anda, ve a jugar un poco más,- le dice al niño. Se vuelve a Dani -. Sí. Bueno, legalmente se llama Daniel Alberto.


- ¿Le habéis puesto mi nombre?


- ¡Y el de Berta! Sólo que llamarle Berto no nos gustaba mucho y lo camuflamos con un Alberto,- Dani tenía los ojos brillando, y Ángel se da cuenta -. Ya sabes cómo me sentí yo cuando Patricia le puso mi nombre a su hijo.


- En fin,- Dani se enjuga las lágrimas -. Yo ya me tengo que ir... ¿Seguiréis aquí mañana?


- Sí, estaremos otros dos días más. ¿Y vosotros?


- Bueno... Mañana es el entierro...


- Pues mañana Patricia y yo nos pasaremos a saludaros.


- Pues hasta mañana entonces,- se levantan del banco y se abrazan -. Ha sido un placer encontrarnos después de tanto tiempo,- se dirige al parque -. ¡Patricia! ¡Patricia!,- una niña de unos diez años acude rauda junto a Dani -. Venga, que nos vamos.


- Jo, papá... Quiero quedarme un rato más...


- Patricia Ángela Mateo Collado. A casa, que es muy tarde,- Dani se da cuenta de la sonrisa cabizbaja de Ángel -. ¿Y tú, de qué te ríes?


- Que la has puesto nuestros nombres...


- Sí, como tú con el tuyo.


- ¿Te imaginas que tu hija y mi hijo, el mayor, se conocieran?,- Dani no comprendía -. Sería como revivir lo mío con Patricia,- los dos ríen.


- ¡Y seríamos consuegros!,- más risas -. En fin, Ángel. Nos vemos mañana, ¿no?


- Sí.


- Sería a las doce, en el barrio gótico. Hasta mañana.


- Hasta mañana. Y dale recuerdos a Berta.

jueves, 25 de marzo de 2010

CAPITULO 85

Patricia se tapaba una sonrisa nerviosa. Llevaba a su hijo de la mano, pero pensaba en otras cosas. Pensaba en lo que Dani le acababa de enseñar. ¿Sería capaz de...? Patricia no sabía qué pensar. Dani es tan extrovertido cuando salían todos juntos a divertirse y no se achantaba con nada, pero en asuntos tan serios como aquel... Patricia se le imaginaba tartamudeando y sudando, nervioso. Eran tan cómica aquella imagen... Berta y Dani... ¿Casados? Aun así, Patricia se alegraba por los dos, porque hacían muy buena pareja.

- Y Ángel podrá tener a alguien con quien jugar siempre,- piensa mientras vigilaba a su hijo.

Llegan hasta una puerta, una puerta ya familiar para ella a pesar de llevar sólo un día allí. Cuando la abre, se encuentra a Ángel charlando con el policía, sentado a su lado. Patricia, como cohibida, se queda en la entrada y carraspea levemente. Los dos hombres se vuelven. El policía se pone de pie automáticamente, a modo de saludo. El pequeño Ángel reconoce al paciente y corre a abrazarse junto a él. Debido al impulso, Ángel se queja, camuflándolo malamente con una sonrisa. Separa al pequeño y le besa en la frente.

- ¡Hola, papá!,- responde alegre el niño.

- ¡Hola, petit diable!,- exclama Ángel, revolviendo su cabello. Patricia se adelanta unos pasos.

- Hola Ángel...

- Hola Paty...,- el ambiente se vuelve algo más serio e íntimo.

El policía, comprendiendo, se excusa.

- Bueno... Señor Martín, gracias por su información con respecto a su atacante. Ahora mismo me pondré en contacto con mis compañeros y les enviaré esta descripción que usted ha hecho. A partir de ahora, cualquier información referente al caso se le hará saber,- y sale del cuarto, cerrando la puerta.

Patricia se sienta en la silla donde estuvo el policía hace unos instantes. Toma a Ángel de la mano y la frota contra las suyas.

- ¿Qué tal estás?

- Bueno...,- Ángel movía la cabeza, dubitativo -. No me puedo quejar. He estado peor otras veces .- Patricia sonríe triste -. Por cierto, ¿le has dicho aquello a Dani?

- Sí.

- ¿Y qué te ha contestado?

- Que ya se ha aclarado.

- ¿Nada más?,- el rostro de Ángel denotaba que no estaba satisfecho con aquellas palabras.

- Nada más... Salvo que le acaba de pedir la mano a Berta,- la tristeza de Patricia se desvaneció -. ¡Se nos casan, Ángel! ¡Se nos casan!,- Patricia estaba muy nerviosa.

Ángel sólo respondió con una amplia sonrisa. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.

- Eso es lo que yo esperaba de ti,- piensa Ángel -. Que eligieras el camino correcto.

- ¿En qué piensas, Ángel?

Ángel abre los ojos. Patricia estaba seria nuevamente.

- No es nada, tranquila. Simplemente que está bien lo que bien acaba.

E indica a Patricia que se le acerque para terminar dándose un gran beso.


FIN

miércoles, 24 de marzo de 2010

CAPITULO 84

Dani volvió a las dos horas. Cuando entra en la habitación, lo hace violentamente, con una inquietante sonrisa en la boca y jadeando. Al abrir la puerta, se queda quieto, como tratando de tranquilizarse. Había estado corriendo por todo el hospital cuando volvió. Se había ido repentinamente del hospital, con la obsesión clavada en su mente. Se sentía en la obligación de hacer algo, de hacer aquello que tan de repente le llegó a su cabeza. Tenía que ser ahora o nunca. No podía perder ni un segundo. Salió del hospital y anduvo merodeando por todo Madrid, como buscando algo que parecía imposible de encontrar, pero lo encontró. Y cuando lo hubo encontrado, volvió a todo correr hasta el hospital.

Berta y Patricia dieron un respingo al abrirse la puerta. Al ver a Dani con aspecto de loco, se asustaron un poco, pero Berta reaccionó.

- ¿Se puede saber qué te traes ahora entre manos?

- Patricia. ¿Puedes dejarnos a solas un momento?

Patricia, aún en estado de shock por la entrada de Dani, movía su mirada entre él y Berta. como esperando una respuesta por parte de los dos. A un gesto de Berta, Patricia se levanta, indecisa, y, lentamente, se dirige a la puerta, sin apartar la mirada de su amiga. Cuando llega a la puerta, junto a Dani, éste la toma de la muñeca y se la lleva fuera. Se acerca a ella, como si fuera a contarla un secreto.

- Necesito que nos dejes solos unos minutos,- le susurra mientras le enseña una cajita que escondía en el bolsillo de su chaqueta. Patricia observa, ojiabierta, la cajita. Sus ojos se iluminan al tiempo que abre la boca, asombrada. Iba a hablar, pero Dani le tapa la boca -. No digas nada. Tan sólo déjanos solos. Puedes ir a ver a Ángel otra vez.

Patricia, con la luz de la sonrisa en su rostro, vuelve al cuarto y llama a su hijo, quien acude raudo junto a ella. Patricia toma a su hijo y toma el camino a la habitación de Ángel. Dani se la queda mirando y, cuando desaparece tras una esquina, entra en el cuarto y cierra la puerta. Se dirige junto a Berta y se sienta en la cama.

- ¿Se puede saber qué os pasa a todos últimamente?,- Dani le pone un dedo en los labios para que calle.

- Perdóname por mi repentina salida de antes, pero necesitaba hacer una cosa. ¡Lo sé, lo sé! Pero es que me vino de repente la idea y tenía que hacerlo ya. Espero que me perdones, pero lo de antes, cuando nos interrumpió Patricia, creo yo que estaba quedando bastante bien, pero cuando vino ella, se me cortó el rollo y ya me sentí muy incómodo. Ya sé que has dicho que sí, pero...,- Dani saca la cajita del bolsillo de la chaqueta. Berta observa muda y atónita. Dani también cesa de hablar. Abre la cajita y toma algo de su interior. Toma una mano de Berta. Le coloca un anillo en el dedo corazón -. Así queda mejor, ¿no?

Berta se lleva la otra mano a la boca al tiempo que comienza a derramar una lágrima, absorta en el brillo de la sortija. Levanta el rostro y mira a Dani.

- Ahora es perfecto,- murmura la rubia, abrazándose después a Dani.

- Berta,- susurra Dani al oído de ella -. ¿Quieres casarte conmigo?

Berta le abraza con más fuerza al tiempo que asiente con la cabeza y se deja llevar por las lágrimas. Dani la mira a los ojos al tiempo que le seca las lágrimas. Y sin más que decirse, sellan su unión con un apasionado beso.

lunes, 22 de marzo de 2010

CAPITULO 83

A Dani se le empezaba a hacer un nudo en el estómago. ¿Un recado de parte de Ángel? ¿No se le habrá ocurrido a Ángel contarle a Patricia que...? No. No era posible. Ángel era demasiado discreto como para decirle aquello a Patricia. Además, si se lo hubiera contando, Patricia no sería capaz de decirlo con Berta delante. No podía ser aquello. Sin embargo, Dani estaba comenzando a marearse.

- ¿Dani?,- pregunta Patricia -. ¿Te encuentras bien? De repente te has puesto blanco.

- Nada. No es nada. Simplemente me he mareado por cómo han transcurrido los sucesos de hoy...,- se sienta. Patricia se arrodilla a su lado.

- Pues eso. Que tengo un recado de parte de Ángel.

- ¿Cuál?,- Dani apenas tenía fuerzas para hablar.

- Me ha pedido que te pregunte si ya te has aclarado,- Patricia hace mueca de no entender ella misma el mensaje que acababa de transmitir -. Simplemente eso.

Dani recupera un poco el color. Su corazón vuelve a latir con normalidad. La sensación de ahogo que tenía se fue. Dani sonríe a Patricia, quien seguía sin comprender. Se vuelve hacia Berta.

- Sí, Patricia,- responde, sin apartar la mirada de su amada -. Ya me he aclarado. Nunca en mi vida tuve las ideas tan claras.

Era lo que esperaba Dani, una pregunta sobre el beso que se dieron Ángel y él, pero su amigo tuvo la sangre fría de decírselo a Patricia en una pregunta tan misteriosa y ambigua que nadie pensaría nada raro. Y Dani se alegró de oír esa pregunta, pues su respuesta, casi sin ser consciente de darla, le iluminó el camino correcto.

Patricia se levanta, apoyada en la pierna de Dani, quien toma a Berta de la mano y se pierde en su mirada. Patricia se sienta en la cama de Berta.

- Volviendo al tema,- responde Patricia -, me alegro mucho por vosotros dos. Ya era hora de que diérais este paso.

- ¿Y Ángel?,- pregunta Berta, como volviendo de un sueño.

- Está despierto,- responde su amiga -. Aunque sigue muy mal. Habrá que esperar bastante para que se le cierren las heridas y los médicos le autoricen a moverse. Se me va a hacer eterna la espera...,- suspiro profundo.

- Mira el lado bueno,- Dani la tranquiliza posando su mano en su hombro -. Por lo menos está despierto y podrás visitarle todos los días.

- Eso espero Dani,- posa su mano sobre la de Dani, mientras le mira con ojos tristes -. Eso espero...

De repente, Dani se queda como petrificado. Se levanta de un salto, mirando al horizonte. Lentamente, adquiere movimiento hasta que logra salir con cierta prisa de la habitación. Las dos mujeres se quedan sorprendidas por su reacción.

- ¿A dónde irá este hombre ahora?

CAPITULO 82

Dani y Berta la miran perplejos.

- ¡Cariño!,- exclama Berta -. ¿Qué te pasa?

Patricia no podía hablar, pero sí moverse. Se dirige hacia su amiga y llora en su regazo. Berta la mesa el cabello dulcemente.

- ¿Nos vas a contar por qué estás así?

Patricia les mira a los ojos.

- No es lo que pensáis. No lloro de pena, sino de alegría. He visto a Ángel, Berta. He estado hablando con él y ahora sé que me quiere, me ama. Que quiere a mi hijo como si fuera suyo,- Patricia se vuelve hacia su hijo, que se encontraba sumido en sus imaginarios juegos, ajeno a la realidad. Patricia vuelve a ellos tras contemplar por unos instantes a su hijo -. Me alegro de haberos tenido junto a mi hoy. Si no llega a ser por vosotros no sé cómo habría acabado el día. Os quiero, chicos. Os quiero mucho,- y se funden los tres en un inmenso abrazo.

- Ahora sólo falta que acabe ya esto y podamos volver a estar los cuatro juntos otra vez, como siempre,- responde Dani, tras el abrazo.

- El médico me ha dicho que posiblemente mañana o pasado pueda levantarme,- contesta Berta, mirándose el regazo. Patricia la besa en las mejillas mientras Dani la mira sonriente y le acaricia la nuca.

- Lo de Ángel aún no se sabe,- dice Patricia -. Sus heridas son muy serias. Creen que aún tengan que pasar dos o tres semanas para que pueda moverse,- el tono de voz de Patricia aún denotaba cierto abatimiento, mal camuflado por una falsa alegría -. ¡Pero por lo menos sabemos ya dónde está!,- los tres sonríen. Silencio.

- ¡Patricia!,- exclama de repente Berta -. ¡Has llegado en el momento justo! Dani iba a decirme algo,- Berta le mira sonriendo malvadamente. Dani se ve invadido por un sudor frío que le cala hasta los huesos. Patricia le mira asombrada.

- Esto... Veréis... Yo le iba a preguntar a Berta si... si... Bueno...,- el tartamudeo del que era presa Dani le hacía parecer torpe y desamparado ante las dos mujeres -. Verás Berta... Yo creo que no sé si podré...

- Da igual, Dani,- responde ella, divertida, mientras le toma de las manos -. Mi respuesta es sí.

Dani la mira ojiabierto. Su rostro dibuja poco a poco una sonrisa que le atraviesa todo el rostro, mostrando en todo su esplendor su dentadura. Se abalanza sobre ella para abrazarla, besarla.

- ¡Gracias, gracias, gracias!,- repetía sin cesar el catalán -. ¡Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo!

Patricia besa a Berta en las mejillas nuevamente, tras conseguir soltar a Dani.

- Espero felicitaros correctamente,- responde la pucelana sonriendo. Berta sonríe igualmente. Patricia se abraza a Dani, con los primeros atisbos de timidez y sonrojo -. ¡Por cierto!,- exclama Patricia tras abrazar a Dani, tomándolo por los codos -. Tengo un recado para ti de parte de Ángel.

sábado, 20 de marzo de 2010

CAPITULO 81

- ¿A qué ha venido eso?,- pregunta Berta, aún asombrada por la reacción de Dani.

- Te amo, Berta,- susurra Dani, mirándola fijamente a los ojos -. Simplemente eso.

Berta se quedó sin habla. Se quedó ensimismada en la sonrisa de Dani, en el fulgor que había en sus ojos.

- Yo también te quiero,- prosigue Berta -, pero seguro que hay algo más...,- de repente, Berta se alarma -. ¡El niño! ¡Le ha pasado algo al niño!

- No, no le ha pasado nada,- Dani la tranquiliza encerrando entre sus manos las de ella -. Está muy bien. Preciosa. Como su madre.

- ¿Y Patricia? ¿Sabes dónde está? Se fue al poco de marcharte tú. Que esa es otra. ¿A dónde te habías ido tú con tanta prisa?

- Eso puede esperar. Lo que no puede esperar ni un segundo más es algo que llevo dentro de mí desde hace un tiempo y que necesito echarlo fuera,- Dani ayuda a Berta a incorporarse y ponerse más cómoda. Dani ahueca la almohada y se la coloca en la espalda a Berta. Dani se sienta en la silla, delante de Berta, con las manos entre las suyas -. Berta. Hace poco que nos conocemos...

- Dani, son ya más de cuatro años. De poco, nada.

- No me has entendido. Me refiero a conocernos. Los dos. Íntimamente,- Berta murmura un sonrojado "oh" al tiempo que baja la cabeza y sonríe -. Desde aquella vez, en el cine, mi vida ha dado un giro de 180 grados. Todo era alegría y color de rosa a mi alrededor. Por eso quiero darte las gracias por hacerme encontrar este remanso de paz que sólo podía haber junto a ti. Te amo con auténtica locura, y por eso deseo que tú seas mi psiquiatra.

- Dani...,- las mejillas de Berta estaban a punto de explotar -. No te entiendo...

- Mentirosa...,- sonríe Dani -. No puedo ser más claro, porque no podré decírtelo a la cara.

- Inténtalo,- la mirada de Berta tornó desafiante.

- Por eso te amo,- sonríe Dani, nervioso. Tras aclararse un poco la voz con un par de carraspeos, mira a Berta fijamente a los ojos y, tímidamente, comienza a hablar -. Berta Collado. Eres como el sol que ilumina mis negros días. Como la lluvia que da vida a mi marchito corazón. Como el relámpago que ahuyenta mis miedos. Eres... ¡Eres como el azúcar que endulza mi amargo carácter!-, Berta sonríe avergonzada -. Te amo. Te amo desde siempre. Y te amaré por siempre. Por eso...,- gran suspiro de Dani.

- Tranquilo...,- susurra Berta, notando el temblor de sus manos.

- Por eso...,- Dani comenzaba a tartamudear -. Berta... Yo... Yo quisiera que... que tú...,- gran bufido de desesperación -. ¡Por esto jamás pensé seriamente en sentar la cabeza!,- Berta logra liberar una de sus manos y la pasa, dulcemente, por el cabello de Dani -. Berta,- logra decir más calmado -. ¿Quieres...?

Pero Dani es interrumpido por la llegada de Patricia. Lloraba.

viernes, 19 de marzo de 2010

CAPITULO 80

- Tengo dudas, Ángel,- responde Dani, con el miedo en la mirada -. Quiero a Berta más que a mi propia vida. Cuando te besé, no sentí nada. Esa era la señal de que me curé de ti, de que Berta ocupaba todo mi corazón. Pero aún...

- ¿Pero aún?

- No sé,- Dani se vuelve. Ángel posa su mano sobre el hombro de su amigo -. Ángel, amo a Berta. Pero creo que aún siento algo por ti.

- Pero si acabas de decirme que no sentiste nada al besarme.

- Y así es. Pero el verte así, en la cama de un hospital, tan desamparado... Y antes, buscándote por todo Madrid... No sé. Creo que algo nacía en mi interior. Algo que creía desterrado de mí, pero... No sé cómo explicarlo mejor...

- Dani. No luches contra ello. Haz que razón y corazón lleguen a un acuerdo. ¿Qué te dicen?

- ¡Ahí está el problema!,- Dani se vuelve a Ángel de repente -. ¡No sé lo que me dicen!

Dani comenzaba a ser pasto de las lágrimas. Salían de sus ojos como torrentes. Ángel le limpia el rostro con sus pulgares al tiempo que le sostiene entre sus manos. Dani se agacha y llora sobre su hombro. Ángel le abraza por unos instantes, hasta que le levanta, le mira fijamente a los ojos y le besa profunda y apasionadamente. Dani, al principio, se queda como petrificado, pero termina por dejarse llevar y se funde con su amigo en un acalorado beso, que es interrumpido por una pequeña tos. Los dos se separan y miran tras de sí. El policía mira por la ventana. Ángel y Dani se sonrojan.

- Dila a Paty que entre,- responde Ángel a su amigo.

- Pero...

- Tú hazlo. Y vete con Berta, que estará sola.

Antes de despedirse, se dan un gran abrazo. El policía sigue a Dani con la mirada hasta la puerta. Patricia estaba sentada en una silla, delante de la puerta. Cuando ésta se abre, Patricia se levanta rápidamente.

- ¿Qué ha pasado?,- Patricia estaba al borde de la locura. Dani no podía hablar ni levantar la mirada del suelo. Tan sólo logró mover la cabeza, señalando la puerta, que había dejado entreabierta. Patricia, como hipnotizada, avanza hasta la puerta, entrando en el cuarto. Dani avanza por el pasillo, apesadumbrado, como pensando. Pero esos pensamientos son interrumpidos por un grito. Dani sonríe mientras mira hacia atrás por un segundo.

- Seguro que ahora Patricia lo está devorando a besos.

Dani llega a la habitación de Berta. Cuando entra, se queda parado en el alféizar de la puerta. Ahí estaba ella, en la cama, leyendo un cuento al pequeño Ángel.

- ¡Dani!,- exclama Berta, al verle -. ¿Qué ha pasado? ¿Le has visto? ¿Y Patricia?

Dani calla. No dice nada. Tan sólo toma fuerzas para avanzar, decidido, hasta Berta y besarla lo más profundamente que sabe.

jueves, 18 de marzo de 2010

CAPITULO 79

Dani sonríe nervioso.

- ¿A qué te refieres?

- No te hagas el tonto. Sabes muy bien a qué me refiero.

- Pero... ¡si estabas inconsciente! ¡Casi en coma! ¿Cómo...?

Ángel le interrumpe.

- Digamos que lo de la Bella Durmiente es verdad,- silencio incómodo -. ¿Me lo vas a contar o qué?

Dani sonreía nervioso, con el rubor haciendo mella en sus mejillas y el sudor en su frente. Su mirada viaja sin rumbo por toda la habitación.

- Verás, Ángel... Yo...,- Dani comenzaba a tartamudear.

- ¿Todavía sientes algo por mí?,- pregunta Ángel, repentinamente. Dani se le queda mirando, con los ojos como platos -. Dímelo. Somos amigos, ¿no?,- Ángel estaba extrañamente tranquilo. ¿Será efecto del suero? -. Acabo de tener un déjà vu. Porque esta misma conversación la tuvimos en un hospital hace un tiempo. ¿Te acuerdas? Fue cuando tú...,- Ángel baja la voz a medida que seguía hablando. Dani baja el rostro, atormentado por un gran sentimiento de culpabilidad. Asiente al tiempo que se frota una de las muñecas con la mano. Cuando alza el rostro, avergonzado, Ángel le pide que se acerque. Tímido, Dani llega junto a él y se sienta a su lado. Ángel le toma de la mano -. ¿Eres feliz con Berta?

- ¡Muy feliz!,- responde Dani, sin pensar.

- ¿Y el beso?

- No fue nada. Olvídalo,- Dani se disponía a levantarse de nuevo, pero Ángel le retiene.

- Dani...

Dani no lo puede evitar y le mira a los ojos. Trataba por todos los medios de evitar su mirada, pero es más poderoso que él. Se le queda mirando durante unos eternos segundos en que parecía detenerse el tiempo. Aquel brillo en su mirada le comenzaba a herir el alma. Dani se sienta, desesperanzado.

- Quería probarme a mí mismo...,- susurra.

- ¿Probarte el qué?

- Quería,- le mira a los ojos -, probarme si aún sentía algo por ti. Y el resultado me alegró al principio, pero ahora... Ahora que lo pienso...

miércoles, 17 de marzo de 2010

CAPITULO 78

Dani entra tímidamente en la habitación. El policía le sigue. Cierra la puerta y se queda como guardando que nadie pase. Dani sigue lentamente avanzando. Cuando logra ver la cama, se queda de piedra. Sus piernas comienzan a fallarle, se siente débil, y se deja caer de rodillas en el suelo, con los ojos abiertos de par en par.

- Joder Dani... Ni que hubieras visto un fantasma...

- Lo veo... Lo veo...,- susurra Dani, sin dar crédito a lo que veía en ese momento.

- Acércate hombre, no te voy a comer...

Dani se levanta a duras penas y se acerca a la cama. Ángel le toma de la mano, lloroso.

- Sé por lo que habéis pasado todos este día, y lo siento. Y todo por dejarme el móvil en casa. Si me lo hubiera llevado...

- ¡Ángel! ¡Estás despierto!

- Pues sí...,- sonrisa amarga de Ángel.

- ¡Hay que avisar a Paty!,- Dani se dispone a irse, pero Ángel le retiene cogiéndole aún de la mano.

- No. Aún no...

- Pero..., ¿no sabes lo mal que lo hemos pasado todos? ¿Sobre todo, Paty?

- Espera unos minutos. Quiero hablar contigo.

- Dime,- Dani se vuelve a sentar a su lado.

- ¿Qué ha pasado?

- No te entiendo,- Dani está serio.

- Sí. Hace un momento. ¿Por qué lo has hecho?

martes, 16 de marzo de 2010

CAPITULO 77

- No sé lo que habrás oído,- le dice Dani -. Pero quiero que sepas que amo a Berta por encima de todo. No sé lo que me ha pasado ahí dentro, pero fue algo que no lo habría hecho conscientemente. Te aseguro que lo que yo sentía por Ángel hace tiempo que lo desterré de mi alma. Y pude suplirlo con Berta. Con ella me siento bien, muy bien. Su sonrisa ilumina hasta el agujero más oscuro del mundo, sus ojos devuelven la vida hasta al más muerto, su voz... ¡Oh! Su sola presencia hace que me evada de mi cuerpo y me eleve hasta los más altos círculos del cielo. Reconozco que me llegué a enamorar de Ángel, pero eso fue hace mucho tiempo...

- Pero te he visto besándolo...,- llora Patricia.

- Fue un momento de locura. Créeme. No quería hacerlo, pero...

- ¿Sigues enamorado de él?


- ¡No, no!,- Dani se acerca más a Patricia, mientras le sujeta fuertemente las manos -. Eso ya pasó. Lo de Berta es mucho más fuerte para mí. De acuerdo, Ángel había momentos en que no era consciente y me sentía extrañamente atraído hacía él, pero cuando conocí a Berta... Bueno, cuando nos dejasteis solos en aquel cine...,- Patricia sonríe -, aquello fue como si Berta fuera un imán muy potente y yo un insignificante alfiler de hierro... No sé si sabes a qué me refiero...,- los ojos de Patricia brillaban -. Créeme. Amo a Berta de manera sobrehumana. Es mi Julieta, mi Ofelia, mi Isabel, mi Melibea, mi Beatriz, mi Eloísa, mi Isolda, mi Inés. Yo me siento como su Romeo, su Hamlet, su Diego, su Calixto, su Dante, su Abelardo, su Tristán, su Don Juan. Cuando estoy con ella, a su lado, me siento capaz de cualquier cosa, me siento capaz de detener un tren en marcha con mis propias manos, me siento capaz de volar tan rápido como la luz, me siento capaz de ir al espacio y entregarla una estrella, me siento... ¡me siento como Supermán! Y hazme caso, yo esto jamás lo sentí con Ángel.

- ¿Y el beso...?,- la voz rota de Patricia por la tristeza le comenzaba a martirizar el alma.


- Fue una prueba...


- ¿Una prueba?


- Sí, una prueba... Y el resultado fue satisfactorio,- Patricia le miraba sin comprender -. No me mires así, no es nada extraño. Era la única oportunidad que tenía de besarle... y el resultado fue el que yo esperaba...


- ¿Cuál?,- Patricia tenía miedo de seguir la conversación, pero debía saber ese resultado.


- Nada.


- ¿Nada? ¿Cómo que nada?


- Sí. Nada. No he sentido nada. Ángel es todo tuyo, y yo soy todo de Berta. Lamento que tuvieras que haberlo visto, pero cuando le he visto en la cama, en ese estado, surgieron en mi sentimientos que creía desterrados, y necesitaba convencerme y saber si era verdad... Y así ha sido. Ya no hay sitio en mi corazón para Ángel. Todo lo ha ocupado Berta.


Patricia se le queda mirando en silencio durante unos segundos. Su rostro comenzaba a cambiar tristemente hasta que se abraza fuertemente a Dani y llora. Lloran los dos.


- Perdóname,- le susurra Dani -. No quería hacerte daño. Espero que me perdones.


Patricia se separa y le mira a los ojos mientras le sujeta el rostro entre sus manos. Sonríe amargamente.


- No vuelvas a hacerlo nunca más,- le dice.


- Tranquila,- le responde Dani, apartando el cabello de su frente.


- ¿Es usted Dani?


El policía les interrumpe saliendo del cuarto y dirigiéndose, tímidamente, a Dani.


- Sí...


- ¿Puede entrar un momento, por favor?


Dani mira a Patricia, incrédulo. Patricia se asusta un poco. Dani entra en la habitación nuevamente, seguido por el policía, que cierra la puerta tras de sí.

sábado, 13 de marzo de 2010

CAPITULO 76

Dani se agacha raudo junto a Patricia.

- ¿Qué te pasa, Patri?

Patricia, inesperadamente, se deshace de él de un brusco movimiento de hombro y le da la espalda, volviendo a llorar amargamente.

- ¿Se puede saber qué te ocurre?,- Dani no salía de su asombro -. ¿No estás contenta de saber dónde está Ángel, a pesar de su estado?

- No me hables...,- susurra Patricia entre lágrimas.

Dani intenta abrazarla nuevamente, pero vuelve a ser rechazado por la rubia. Patricia se levanta, siempre dándole la espalda. Dani se queda sentado en el suelo, perplejo.

- ¿Qué te hecho?

Patricia sonríe cínicamente.

- ¿Que qué me has hecho? ¿Y todavía te atreves a preguntármelo?

- De verdad, Patricia. No te entiendo. Explícate mejor o...

- Dani,- se vuelve hacia él -. Que te he visto.

Un escalofrío recorre su espalda. Dani se asusta de la mirada seria de Patricia. Una mirada apática, pero a la vez llena de sentimientos. De agrios sentimientos hacia el catalán.

- Paty...,- susurra él.

- Te seguí hasta la habitación,- un sudor frío aparece sobre la frente de Dani -. Berta me dijo que no lo hiciera, que esperara a tu llegada para saber si debía ver a Ángel, pero no la hice caso...,- vuelve el rostro -. Si lo hubiera hecho...,- susurra para sí. Vuelve a Dani -. Cuando te vi entrar en la habitación, me detuve. No sabía si debía seguir, entrar o volver con Berta... Llegué hasta la puerta, pero no me atreví a abrirla. Me quedé quieta, como un pasmarote, hasta que abrí la puerta, en silencio. Tenía miedo de cómo encontrarme a Ángel. Entré en cuclillas. Te oí hablarle. Te vi llorar. Te vi...,- los ojos de Patricia iban poco a poco mostrando el resentimiento y la tristeza que se mezclaban en su interior. El rostro de Dani se contrajo al final en una mueca de tristeza y arrepentimiento -. Pero luego oí que alguien estaba en el baño y salí.

- Patri...,- le dice, al tiempo que intenta abrazarla, pero ella se vuelve de nuevo, enojada -. Perdóname. No quería hacerlo. No quiero heriros. Ni a ti, ni a Ángel... Ni a mí...

- ¿Y Berta? ¿Qué pasa con ella?,- la voz de Patricia sonaba imperiosa, a pesar de las lágrimas.

- ¡La amo!

- No seas tan cínico...

- ¡En serio! ¡La amo de veras! Nunca antes me sentí tan bien y tan a gusto con nadie.

- Entonces, ¿a que vino aquello?

- Paty...,- posa su mano en el hombro de ella, pero Patricia sigue con su enfado -. Por favor, Patricia. Escúchame.

Patricia se vuelve lentamente para mirar a Dani a los ojos.

viernes, 12 de marzo de 2010

CAPITULO 75

El policía se quedó en la habitación, pero apartado, en una esquina. Dani se acerca lentamente hasta donde yacía su amigo. El corazón le latía muy rápido. Era muy doloroso ver a su amigo en tal estado. Se sienta a su lado y le toma de la mano. Las lágrimas volvían a ser las protagonistas. Dani se acerca a su oído.

- Ángel...,- le susurra -. Pensaba que nunca más te iba a ver... No sé si llegaste a verla, pero Berta se puso de parto... Por tu culpa...,- sonrisa amarga -. Patri ha estado a punto de hacer una locura, pero te ama demasiado,- silencio -. Ángel, ¿quién te ha hecho esto? ¿Por qué tuviste que irte a comprar justo hoy a esa hora? ¿Por qué no te llevaste el móvil? Si te vas, no sería lo mismo... Piensa en nosotros, en Patri, en tu hijo... Bueno, ya sé que no es tu hijo de verdad, pero desde el día que nació lo quisiste como si lo fuera. Aun recuerdo cómo le mirabas cuando nació... Como miro yo al mío...,- Dani baja la cabeza para ayudar a una lágrima a caer. Aprieta fuertemente la mano de Ángel -. Por favor, te lo suplico. Despierta ya. Despierta de una vez. Estamos todos muy mal. Hemos estado todo el día con el alma en un puño al no saber nada de ti. Patri llegó a pensar que la abandonaste por el niño. Por favor. Despierta y desmiéntelo.

Un leve carraspeo le interrumpe. Dani se vuelve hacia el policía. Éste le indica mediante gestos una puerta. Dani asiente. El policía abre la puerta y la cierra tras de sí. Dani se vuelve a Ángel. Pasa su mano por el cabello de su amigo. De repente, Dani se calma, se vuelve serio. Mira fugazmente a la puerta y mira a Ángel, como absorto. Comienza a jadear, a sudar. Su corazón comienza a correr. Posa sus manos en las mejillas de Ángel. Se acerca lentamente a su rostro al tiempo que cierra los ojos. Dani nota sus labios en contacto con los de Ángel. Y se queda así durante unos segundos. Unos segundos que le parecieron horas. Dani no aguanta más y vuelve a llorar en silencio al tiempo que se separa del rostro de su amigo y llora sobre su hombro.

- Perdóname,- le susurra -. No he podido evitarlo. Ya sé que tú no eres de esos, pero yo aún lo soy. Ya sé que me veías feliz junto a Berta. Y lo estoy. Pero no sé por qué han vuelto a aflorar estos sentimientos que creía desterrados de mi ser. Lo siento, Ángel. Lo siento de veras. No volveré a hacerlo nunca más...

El sonido de una cisterna vaciándose le devuelve a la realidad. Dani se incorpora y limpia la tristeza de su rostro. El policía reaparece abrochándose el cinturón de su uniforme.

- Caballero...,- responde el policía -. Debería abandonar ya la sala.

Dani asiente, aún lloroso, sin apartar la mirada del rostro de Ángel. Le acaricia la mejilla mientras se levanta y sale del cuarto, cabizbajo. Al salir, se encuentra a Patricia sentada en el suelo, con las manos tapando su rostro, llorando.

CAPITULO 74

Dani corrió por todos los pasillos del hospital. Iba sin dirección, totalmente errante. Al fin logró calmarse y preguntó a una enfermera por la habitación de su amigo. Cuando lo supo, se dirigió como alma que lleva el diablo. Apenas podía ver por dónde iba. Las lágrimas empañaban sus ojos. Cuando pudo llegar a la habitación, se encontró con un policía que le cortó el paso.

- Disculpe, caballero, pero no puede correr por los pasillos.

- ¡Debo entrar!

- Lo siento, pero nadie debe entrar en esta habitación.

- ¡Ahí dentro está mi amigo!

- Lo siento, caballero, pero no puede entrar nadie.

- ¡Usted no lo entiende! ¡Llevamos todo el día buscándole!

- Lo comprendo, pero...

- ¡Usted no lo comprende! ¡Su mujer está de los nervios! ¡Yo también! ¡Por culpa de este maldito estrés a mi mujer se le ha adelantado el parto! ¡Casi la pierdo! ¡A ella y a mi hijo! ¡Por favor, necesito saber que es él y que está bien!

- Caballero, lo entiendo perfectamente, pero nadie puede entrar...

Dani, sin saber por qué, empuja al policía a un lado, cayendo éste al suelo. Dani entra en la habitación como un vendaval, pero se detiene. Ahí estaba él, en la cama, enganchado a una máquina que le ayudaba a vivir. Dani se queda de piedra. De repente, sus rodillas comenzaron a temblar, sus piernas le fallaban y, finalmente, cae al suelo. Llorando. El policía posa su mano en su hombro. Su deber le pedía que esposara a aquel individuo, pero su corazón se conmovió con sus lágrimas. Le ayudó a levantarse y acomodarle en una silla.

- ¿Cómo...?

El policía comprendió la pregunta, a pesar de que apenas lograba articular palabra alguna.

- No debería contarle esto, pero... Según las investigaciones, su amigo iba por la calle cuando alguien le asaltó. No sabemos si opuso resistencia o no, pero lo que sí es seguro es que su atacante le hirió en el estómago. Según los médicos, le clavó una navaja de grandes dimensiones, pero no sólo una vez, sino varias. Han contado hasta seis cuchilladas. No se sabe muy bien, pero logró avanzar varios metros en su estado hasta caer inconsciente en un portal, donde una ambulancia había llegado para atender a una parturienta.

- Mi mujer...,- susurra Dani -. Pero,- ya estaba más calmado -, ¿qué hace la policía aquí?

- Su vida pende de un hilo, pero si logra salir de ésta, será el único testigo que podemos tener de un muy violento asaltante de la zona al que llevamos meses persiguiendo.

Dani se vuelve hacia Ángel. Llevaba tantos años con él que no conseguía concebir vivir sin él.

- ¿Me puede dejar sólo con él?

- Caballero, comprenderá que...

Dani no le hace caso. Se levanta y se acerca a la cama.

martes, 9 de marzo de 2010

CAPITULO 73

- Berta,- responde Dani, incrédulo -. No me vuelvas más loco de lo que estoy. Te lo pido por favor.

- No. Es verdad.

- Explícate.

- Cuando os llamé... Estaba de parto. Ya venía el niño. Pero los dolores eran tan fuertes que apenas podía mantenerme en pie. No sabéis el suplicio que estaba pasando. Era como si me partieran el alma en dos...

- Te comprendo, Berta,- Patricia le toma de la mano.

- Mientras me desahogaba gritando de dolor, unos golpes me llamaron la atención. Llamaban a la puerta. Estaba yo tirada en el suelo del pasillo, justo delante de la puerta, pero no podía moverme. Una voz de fuera me hablaba. Apenas lograba entender nada, pero logré contestar. "¡Estoy de parto! ¡Ayúdeme, por favor!" "¡Aguante, señorita! ¡Ahora llamo a una ambulancia!" Noté al hombre al otro lado de la puerta llamar a la ambulancia. No sé quién estaba más nervioso, si él o yo,- Berta sonríe nerviosa -. El caso es que no dejó de hablarme a través de la puerta. Me dio las fuerzas que me faltaban y logré abrir la puerta. El hombre pudo entrar y atenderme lo mejor que pudo. Me acomodó en el suelo, me trajo toallas húmedas, me limpiaba el sudor. Me hablaba. La ambulancia llegó a tiempo. El niño ya no esperaba más. Ya asomaba la cabecita cuando llegamos al hospital...,- Dani se abraza a Berta, lloroso. Berta también tenía los sentimientos a flor de piel. Dani la besa en la frente y se pierde en sus pupilas, sonriente.

- Perdóname por no haber llegado antes...

- Todo eso está muy bien,- les interrumpe Patricia -. Pero, ¿y lo de Ángel?

- Ángel...,- susurra Berta, entristecida -. Cuando llegó la ambulancia, me pusieron en una camilla y me bajaron a la calle. Pero cuando llegamos al portal...,- las lágrimas cortan su voz.

- ¿Qué?

- Ángel...

- ¿Qué pasó?

- Estaba en el suelo... inconsciente... con las manos y la camisa ensangrentados...,- no aguanta más y rompe a llorar, al tiempo que Patricia. Dani se lleva la mano al rostro, tapando su boca abierta, al tiempo que niega con la cabeza.

De repente, Dani se levanta y sale corriendo. Las mujeres le llaman para detenerle, en vano.

lunes, 8 de marzo de 2010

CAPITULO 72

Dani entra en la habitación de Berta. Patricia y ella hablaban tranquilamente. Berta estaba más calmada (quizá más por los calmantes que por Patricia). Dani entra sonriendo. Las dos mujeres le ven.

- ¿Qué te hace tanta gracia?-, le pregunta Patricia.

- Nada,- Dani seguía recordando -. No es nada...

- ¿Y mi pequeño?,- pregunta Berta, excitada -. ¿Has visto al pequeño?

- Sí, Berta,- Dani se acerca a Berta y la toma de la mano -. Está estupendo. Sólo tú podías crear algo tan hermoso.

Berta se sonroja.

- Bueno... Tú has aportado bastante...,- Dani la besa en la frente. Después, la mira tiernamente. Se pierde en sus pupilas mientras le aparta el flequillo. Dani junta su frente con le de ella y sonríe, cerrando los ojos. Pero su sonrisa se vuelve en risa nerviosa.

- ¿Se puede saber de qué te ríes?

- No es nada.

- Sí es algo.

- Bueno... Pero me llamaréis loco. Es que creo que me estoy obsesionando demasiado con lo de Ángel,- las dos mujeres se miran entre ellas, incrédulas -. Ya le veo por todas partes. Sin ir más lejos, ahora mismo, mientras volvía del nido, se me cruzó un enfermero empujando una camilla. Y me pareció ver a Ángel en esa camilla,- ríe nuevamente. Patricia muestra una mueca de incredulidad, pero Berta se sonroja.

- Veréis chicos...,- comienza a decir, tímida -. Debido al parto y eso, no os he podido explicar todo lo que pasó cuando os llamé...

Dani pierde la sonrisa y mira a Berta con los ojos como platos. Patricia sigue en su mundo de incredulidad.

- Dani...,- Berta perdía la voz por momentos -. Lo tuyo no es obsesión...

Dani y Patricia se acercaban cada vez más a Berta, más por no dar crédito a lo que estaban oyendo que por no poder oírla.

- Dani...,- seguía diciendo Berta -. Es posible que sí hayas visto a Ángel...

CAPITULO 71

Patricia estaba sentada al lado de la cama. Lloraba. Tomaba fuertemente la mano de una muy débil Berta, quien apenas podía mantener los ojos abiertos. Tenía la mirada fija en el techo. El pequeño Ángel llevaba varios minutos en su mundo, coloreando en un libro.

- Mi hijo, mi hijo...,- no paraba de repetir Berta en un hilo de voz. Patricia acariciaba su mano -. ¿Dónde está mi hijo? ¿Por qué no puedo verle?

- Berta...,- las lágrimas apenas la dejaban hablar a Patricia -. Dani está hablando con los médicos.

- Si no ha podido resistirlo, ¿por qué no me lo dicen ya?

- Ten en cuenta que ha nacido antes de tiempo...

- Dos meses. Sólo dos meses más...

- El estrés al que has estado sometida hoy lo ha acelerado todo... Tranquila...

- Dani... ¿Dónde está Dani? Le necesito...

Dani estaba hablando con los médicos que habían atendido el parto precipitado de Berta. Le permitieron pasar a una sala sólo por unos minutos. Se acercó a una incubadora. Ahí estaba, durmiendo plácidamente, con la respiración agitada. Parecía tan indefenso... Dani se acercaba lentamente. Por cada paso que daba, los sentimientos que guardaba en su interior conseguían más fuerza para salir. Cuando llega, las lágrimas consiguen aflorar de sus ojos. Dani siente un irrefrenable impulso de abrazarlo, de romper el cristal y estrechar al neonato entre sus brazos.

- El meu petit...,- susurra, acariciando el cristal -. Ya entiendo a Ángel cuando nació el hijo de Patricia...

De repente, Dani mira a su alrededor. Al ver que nadie le vigila, mete las manos en los huecos de la incubadora y acaricia suavemente a su pequeño, separador tan sólo por la goma de los guantes.

- Menudo susto que nos has dado,- le dice -. Cuando tu madre me llamó, me dio un vuelco el corazón. Corrimos todo lo que pudimos hasta casa, pero no estaba. Una vecina nos dijo que se la llevaron al hospital. Querías salir ya. Tienes la impaciencia de tu padre,- sonríe -. ¡Qué ganas tengo de que se pasen ya estas semanas y poder estrecharte entre mis brazos!,- las lágrimas vuelven a ganar la batalla.

Dani no puede más y deja al pequeño reposar. Se va llorando. Llorando por el nacimiento de su hijo. Llorando por el dolor de Berta. Llorando por no poder encontrar aún a Ángel. Ese día fue un día lleno de sentimientos, de sustos y de estrés. Casi pierde a su hijo y a su amada por querer encontrar a su desaparecido amigo. Llevaban ya todo el día sin saber nada de él. ¿Qué demonios le podía haber pasado? ¿Es posible que Ángel haya tenido la sangre fría de abandonar a Patricia? La amaba tanto... Es imposible. A Dani no le entraba en la cabeza que la dejara por su hijo. Él mismo vio, cuando nació, cómo Ángel se deshacía en caricias tanto hacia ella como hacia el pequeño. No. No podía ser. No era posible.

Mientras Dani seguía inmerso en sus sentimientos, un enfermero se cruza por su camino. La camilla que empujaba le llama la atención.

sábado, 6 de marzo de 2010

CAPITULO 70

- ¡Patricia! ¿Dónde está el niño?,- Dani hablaba lentamente.

- Algo dentro de mí me decía que lo hiciera, que era la solución de todo esto...,- Patricia no lograba alzar la vista -. Era algo más fuerte que yo...

- Patricia,- Dani estaba a unos milímetros de su rostro. Trataba de sonar tranquilo, pero lo disimulaba muy mal -. Tan sólo dime dónde está Ángel.

- No está. Ángel ya no está...

- Tu hijo, Patricia. ¿Dónde coño está?,- Dani dijo la pregunta entre dientes.

Patricia logró mirar a Dani a los ojos. El silencio se hizo entre ellos por unos segundos. Patricia no pudo más y estalló. Lloró. Lloró como nunca antes había llorado. Dani alternaba rápido su mirada entre los ojos de la rubia. Patricia, desesperada, levanta el brazo y señala en el horizonte. Dani vuelve el rostro deprisa y mira en la dirección señalada. A Dani le da un vuelco el corazón. Ve al otro lado del parque un pequeño montículo de arena. Se le hiela la sangre. Se levanta despacio y avanza lentamente hasta el montículo. Patricia oculta su rostro entre sus manos. Dani llega hasta el montículo. Su vista empieza a emborronarse. Cae de rodillas, sin fuerzas. Comienza a llorar.

- Patricia...,- piensa -. Pero, ¿qué has hecho?,- y agacha la cabeza.

De repente, una voz le llama la atención. No logra reaccionar a tiempo y lo siguiente que nota es un gran abrazo por el cuello. Dani se separa y lo ve.

- "Tito Dai".

Dani no sabe cómo reaccionar. Le tiene delante de él, sonriente, abrazándole por el cuello.

- "¿Te guta?",- pregunta el pequeño señalando el montículo, al que añade una nueva ración de arena.

Dani mira a Patricia. Sigue llorando. Se levanta. Toma al pequeño en sus brazos y se dirige a Patricia.

- No pude. No pude,- no para de repetir Patricia -. Cuando le miro, sus ojos me recuerdan a él. A Ángel.

Dani tiende su mano a Patricia, serio. Ella, avergonzada, responde dando su mano. Dani la levanta de un fuerte empuje y la abraza. De repente, suena su móvil. Dani responde.

- ¡Dani!,- la voz de Berta estaba llena de dolor.

- ¡Berta! ¿Qué pasa?

- ¡Está aquí!

- ¿Ángel?

- ¡No! ¡Tu hijo!

viernes, 5 de marzo de 2010

CAPITULO 69

- Dani...,- hasta la propia Berta se asustó de la intensidad con la que ella misma contestó cuando descolgaron por el otro lado.

- ¿Qué pasa Berta?,- Dani sonaba muy jadeante.

- Esto... Dani...

- ¡Díme Berta! ¿Qué pasa?,- sonaba también muy nervioso.

- Es Patri...,- Berta comenzaba a sollozar.

- ¿Qué pasa con Patri?,- el estrés le estaba atosigando.

Berta se sienta en el suelo y llora. Dani se para y se centra en el móvil.

- Berta, cielo, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras? No quería enfadarme contigo, pero es que Ángel no aparece por ningún sitio...

- Ni Patricia...,- responde Berta con un hilo de voz.

- ¿A qué te refieres?

- No está...

- ¿Cómo que no está?

- Se ha ido...

- ¿Cómo que se ha ido?

- La dejé un momento sola para llamar a los hospitales y, al volver....

- Em cago en Déu,- se le oye susurrar entre dientes.

- Da...Dani...,- Berta no conseguía articular palabra. Estaba muy asustada -. También se ha llevado al pequeño...,- silencio -. Dani, ¿estás ahí?

- Sí, aquí sigo. Berta, cariño. Escucha. Tranquilízate y escucha,- Berta trata de tragarse el llanto -. Tú llama a la policía y diles que busquen a Ángel. Dales todos los detalles. Y, sobre todo, diles que desapareció hace tres días.

- Pero Dani, si fue esta mañana...

- ¡Tú hazlo!,- el grito de Dani asustó más a Berta -. Yo me encargo de Patricia, ¿vale?,- Berta asiente con la cabeza -. ¿Berta?

- Sí,- las lágrimas apenas la dejan responder.

- Nos vemos luego. Tú quédate en casa por si alguno de ellos aparece y me llamas, ¿vale? Un petó,- y cuelgan.

Dani mira en todas las direcciones sin saber. Primero su amigo, y ahora Patricia, con el niño. Es muy probable que vaya a hacer una locura. Pero, ¿por dónde empezar? ¿Dónde buscarla? Madrid es tan grande. Y, sin saber por qué, comienza a andar, a correr. Mientras, coge el móvil de Ángel y llama a Patricia.

- Veamos si llamándola desde el móvil de Ángel ella cree que soy él y me lo coge...,- pero no funciona.

Tras varios minutos corriendo sin parar por la ciudad, llega a una pequeña plaza tomada por un parque infantil. Está desierto, salvo por una figura sentada en uno de los bancos. Dani se queda parado, mirándola fijamente.

- Patri...,- susurra al tiempo que comienza a correr hacia ella -. ¡Patricia!

Cuando llega junto a ella, se arrodilla, ayudado por el resbalón en la arena. Le mira a los ojos, gachos. Le toma de los brazos.

- Patricia,- Patricia lloraba desconsoladamente -. Patricia. Soy yo, Dani. Patricia. ¿Me oyes? ¿Y Ángel? ¿Dónde está tu hijo?

jueves, 25 de febrero de 2010

CAPITULO 68

Berta lleva a Patricia, llorosa, a sentarse en el sofá del salón. El pequeño está sentado en el suelo, jugando con lo que tiene a mano. Berta intenta calmar a su amiga.

- Tranquila Patricia,- le dice suavemente -. Seguro que se ha entretenido.

- No, Berta. Se ha ido. Me ha dejado esta mañana una nota...,- Berta hace una mueca de sorpresa.

- ¿Y qué decía?

- Simplemente que bajaba a comprar algo para el desayuno.

Berta suspira aliviada.

- ¿Lo ves, tonta? No dice nada de abandonarte...

- ¡Sí, sí que lo dice!

- ¿Cómo?

- Es como antiguamente, que te decían que bajaban a por tabaco y nunca más regresaban. Sólo que Ángel cambia el tabaco por el desayuno... Pero es la misma estrategia...

Berta se levanta de repente del sofá, muy decidida. Patricia le mira, entre sorprendida e indiferente. La ve cómo va a por su bolso y busca dentro al tiempo que sale del salón y cierra la puerta. Se la oye hablar en susurros.

Patricia posa su mirada en su hijo. Sigue con sus juegos, desconectado de lo que ocurre. Patricia le mira, entre tierna y rencorosa.

- Tú,- piensa -. Tú, que me has dado la alegría también me das la tristeza. Tú, que has hecho que Ángel se enamorara de mí y se quedara a mi lado has hecho también que se aleje. Tú, nacido de mis entrañas, no te reconozco como hijo mío.

El niño se da cuenta de la mirada de su madre y la ve. Al principio no reacciona, pero termina sonriendo a su madre, inocentemente. Vuelve a sus juegos. Patricia deja que el rencor se apodere de ella y odia en su mente a su propio fruto.

- Has hecho que Ángel y yo vivamos los momentos más felices de nuestras vidas,- continúa la rubia -, pero también nos recuerdas los peores momentos. Desearía que jamás hubieras existido y así Ángel no se habría alejado de mí. Maldito bastardo. Ojalá nunca hubieras nacido.

Minutos más tarde, Berta sale del baño, hablando por el móvil.

- ¿Está segura...?... Fíjese bien, por favor... Es un hombre blanco, treinta y dos años, 1.60 de altura, pelo muy corto, con entradas... Responde al nombre de Ángel Martín... ¿Seguro que no...?...De todas formas, muchas gracias...,- cuelga entristecida. Se dirige al salón -. Patricia, he llamado a todos los hospitales de Madrid y, gracias a Dios, no ha ingresado nadie que...,- entra en el salón. Está desierto -. ¿Patricia?,- mira en el resto de habitaciones. Nada -. ¿Patricia?,- el tono de voz de Berta cada vez es más desesperante. Al volver al salón, ve la puerta principal sin cerrar.

- Patricia,- piensa -. ¿Dónde estás?

CAPITULO 67

Patricia miraba su reloj, sorprendida. Era verdad. Hacía más de cuatro horas que no sabía nada de Ángel. ¿Acaso se habrá entretenido? Se levanta del sofá y mira por la ventana. Su coche aún seguía aparcado delante de la casa. Corre a la habitación y coge el móvil. Berta y Dani la siguen.

- ¿Estás bien, Paty?

Patricia no contestaba. Estaba inmersa en marcar un número. Se lleva el móvil a la oreja. Primer tono. Patricia miraba a su hijo, en la cuna, remoloneando. Comienza a despertar. De repente, se oye una característica música. Patricia fija su mirada en Berta, delante de ella. Patricia sale con prisas de la habitación. Dani la sigue. Berta toma al bebé en brazos y les sigue. Patricia sigue el sonido hasta un mueble a la entrada de la casa. Al lado de un cuenco, donde reconoce las llaves de Ángel, vibra otro móvil. Patricia cuelga su móvil. Se queda mirando el segundo teléfono, triste. Dani y Berta llegan a su lado.

- ¿Qué pasa, Paty? ¿Qué es lo que ocurre?

Patricia derrama una lágrima y luego les mira. Las lágrimas que aguardaban su turno para salir hacían brillar angustiosamente sus ojos.

- Se ha ido...,- susurra.

- ¿Quién?

- Ángel. Se ha ido,- y explota. Dani la abraza para consolarla. Patricia se desahoga en su cazadora. Dani se vuelve a Berta y, con un gesto de la cabeza, le indica que se vaya al salón. El niño no debe saber que su madre está triste. Dani separa a Patricia de sí y le mira fijamente a los ojos.

- ¿Por qué dices eso, Paty? ¿A qué viene eso de que Ángel se ha ido?

- No lo soportó más y se ha ido...

- Pero, ¿qué?

- No soporta que mi hijo no sea su hijo también.

- No es verdad. Y lo sabes.

- Sabe que mi hijo es fruto de su error, de su cobardía. Si él hubiera reaccionado a tiempo...

- Paty, escucha. Ángel hizo lo que pudo y más aquella noche. Y ya le viste cómo te trató desde entonces. Como una reina. Además, siempre te ha cuidado como si tu hijo también fuera suyo. Ángel es mi amigo desde siempre. No le creo capaz de tan vil canallada. Ya verás cómo se ha entretenido en algún sitio.

- No, Dani... Estoy segura de que me ha dejado porque no soportaba cuidar de un bebé como si fuera suyo si en realidad no compartían la misma sangre.

Dani toma fuertemente a Patricia de los hombros y la zarandea.

- Paty, deja de decir esas cosas, ¿me oyes? Te acabo de decir que conozco muy bien a Ángel, y pongo la mano en el fuego por él de que antes de abandonaros habría preferido la muerte. Me juego el cuello. Es más,- la suelta -, ahora mismo voy a buscarle, aunque tenga que remover, piedra a piedra, todo Madrid.

Dicho esto, Dani toma el móvil de Ángel y sus llaves y sale por la puerta.

lunes, 22 de febrero de 2010

CAPITULO 66

Patricia corretea alegremente por la casa hasta llegar a la puerta. Con una sonrisa que no la cabía en la cara, abre la puerta, pero esa sonrisa al momento desaparece.

- ¡Hija! ¡Qué recibimiento, por Dios! ¡Los esquimales son menos fríos!,- Patricia se queda inmóvil -. ¿Puedo pasar?

Patricia asiente cabizbaja. Saluda a su invitada con unos besos y cierra la puerta.

- ¿Se puede saber qué te pasa?,- se sienta en el sofá del salón

- Perdona, Berta. Es que pensaba que eras Ángel...

- Ah, pero... ¿No está?

- Ha ido a comprar algo para el desayuno. Y estaba pensando en nosotros dos, y, al oír la puerta, pensaba que eras él...

- E ibas a comértelo,- le interrumpe su amiga. Le acaricia el cabello -. No te preocupes. Vendrá en un momento... ¡Ay, ojalá tuviera yo un hombre como Ángel!

- ¡Berta!,- a Patricia se le subió el rubor.

- Sí, que vaya temprano por la mañana a comprar el desayuno, me cuide y me mime...

- ¿Dani no es así?

- No mucho, chica. Sí que está siempre encima mío por lo del embarazo y eso, pero... ¿seguirá igual cuando el niño nazca?,- Berta mira su abultado vientre.

- Si te ama, seguro que sí,- Patricia la toma de las manos. Las dos sonríen.

- Eso espero.

- Oye, ¿y Dani?

- Pues buscando sitio para aparcar. Es que, chica, os habéis venido a un barrio muy malo para aparcar. Está todo lleno de coches.

Patricia y Berta siguieron conversando toda la mañana. Dani apareció poco después. Los tres hablaron entre ellos de todo un poco, pero, sobre todo, del bebé. Del de Patricia y Ángel y del de Berta y Dani. Patricia les miraba a los dos. No sabe de dónde se sacó esa idea Berta. Si Dani se ve a la legua que la ama con todo su ser. Siempre atento a ella, no dejándola apenas moverse. Si Berta necesitaba algo, él iba raudo y veloz a por ello, aunque fuera algo que ella misma tuviera al alcance de la mano.

Así se pasaron toda la mañana hasta que se oyeron dar las dos de la tarde.

- ¡Qué tarde es ya!,- exclama Berta, levantándose -. Nos vamos a casa a comer. Os dejamos solos. Ya hablamos luego.

- Quedaos a comer, que no pasa nada.

- No queremos molestaros...

- Si no es molestia...

Patricia les acompaña hasta la puerta.

- Dale recuerdos a Ángel,- responde Dani.

Patricia se sorprende. ¿Ángel?

- ¡Es cierto!,- exclama Berta -. ¿A dónde ha ido, que no ha aparecido en todo el día?

sábado, 20 de febrero de 2010

CAPITULO 65

Patricia despertó hecha un ovillo, abrazada a la almohada. Hacía mucho que no dormía tan bien. Quizá ayudó también el haberse pasado la noche anterior en vela por los nervios de la boda. Por ello cerró los ojos y sonrió, sonrió tan estúpidamente que se dio cuenta de ello y ahogó una risilla. Se resistía a abrir los ojos. A pesar de la luz que se colaba por la ventana, ella no quería abrirlos, por miedo a que todo hubiese sido un sueño. Cuando se animó a ello, vio la cuna de su hijo. Éste dormía plácidamente. Volvió a tener esa mueca tan ñoña en su rostro. ¿Por qué, cuando eres feliz y estás enamorada, pareces tan tonta? Son cosas del amor. Es como si vivieras en una nube. Una nube que desaparece bajo tus pies cuando lo que vives se deshace. Por eso Patricia se negaba a moverse, por si todo fuera aún un sueño, aunque estaba segura de que su hijo era real.

Tras la cuna pudo adivinar el traje de Ángel, colgado y colocado en la silla. Con la camisa y la chaqueta colgando del respaldo, y el pantalón, cuidadosamente doblado, en el asiento. La corbata encima. Patricia sonríe recordando las veces que le regañó durante la ceremonia.

- Estate quieto, Ángel...,- le susurraba cada dos por tres.


- No puedo,- respondía él, mientras el juez seguía leyendo -. Nunca he soportado los trajes,- e intentaba aflojarse la corbata y desabrocharse el cuello de la camisa.


Finalmente, Ángel logró llevarse el gato a agua.


- Sin duda, estamos hechos el uno para el otro,- piensa ella, sin perder de vista la silla.


Todavía no podía quitarse la imagen de la cabeza. Ver a Ángel, de traje, en una ceremonia tan íntima y solemne como es una boda, su propia boda. No tiene precio. Serio a la par que nervioso. Parecía tan desvalido... Sin embargo, ella estaba preciosa. Ya se lo recalcó anoche Ángel. Y era cierto, a pesar de que ella es modesta. Y Ángel, a pesar de parecer una parodia de novio, también estaba muy guapo. Guapo y tierno. Sin duda, hizo una muy buena elección.


Patricia hunde su cabeza entre sus brazos y aspira profundamente. Su cuerpo aún olía a él. Y eso la gustaba. Por fin, después de un año desde el suceso, pudo entregarse enteramente a Ángel. Al principio hubo reparos entre los dos por el bebé, pero cuando se durmió lo intentaron. Y Patricia pudo desterrar de su ser esa fobia que tuvo hacia el contacto humano. Ángel es su salvador.


Patricia se da la vuelta hacia el lado de la cama donde duerme Ángel, pero está vacío. Se incorpora, seria. Una nota en la almohada.


Por si te despiertas antes de que vuelva. He ido a comprar algo para el desayuno. Vuelvo enseguida. "Teu des d'ahir". Ángel.


Patricia se deja caer, sonriendo, estrechando la nota en su pecho. Sonríe igual que antes. O incluso más. Comienza a patalear. Se calma. Se tapa con la sábana. Debajo de ella, mira la nota. La letra, la caligrafía, la firma... Todo le parecía hermoso. Sólo quedaba una cosa: que él la dijera algo en catalán. Realmente, ella ya le había oído hablar en catalán, pero era en el programa: en algún momento en que a él le tocaba decir algo en catalán, o cuando le oía hablar por teléfono con su familia, o alguna vez que ella le pilló hablando en catalán con Dani. En aquellos momentos, no le dio importancia, pero ahora se derretía porque la susurrara algo al oído. Pero nada de decirla "calçot", "pantumaca", "barça" o "petó". No. Ella lo que deseaba era que le dijera cosas como lo de la carta. "Teu des d'ahir". Se imaginaba a Ángel diciéndoselo al oído, y se sonrojaba como una tonta. Pero el timbre de la puerta la hace volver a la realidad.

CAPITULO 64

Patricia le miraba a los ojos. Se perdía en esas pupilas que tanto la han cautivado. Ángel la abrazaba fuertemente entre sus brazos. Se estaba dejando hipnotizar por su mirada color café. Llevaban horas sin decirse nada, tan sólo abrazándose, en la cama, mirándose a los ojos. De repente, ese silencio tan embaucador fue roto por un lloro. Los dos cierran los ojos y sonríen. Patricia se levanta, pero Ángel la retiene.

- Tengo que levantarme.

- Déjale, ya se cansará.

- De verdad, Ángel,- se deshace de su abrazo -. Si no se le calma ahora, no parará en toda la noche.

Patricia se levanta de la cama y acude junto a la cuna que había al lado. Toma al bebé entre sus brazos y lo pasea por la habitación mientras tararea una sencilla canción.

- Veo que te gustó mi regalo...,- contesta Ángel desde la cama, boca arriba.

- No es que me gustara,- responde ella, meciendo al pequeño -. Es que oírte tocando esa canción en tu teclado día sí y día también, a todas horas, pues, quieras o no, se queda.

El niño no cesa de llorar, para desesperación de su madre. Ángel, complaciente, se levanta de la cama y acude junto a una silla, en cuyo respaldo descansaba la chaqueta de un traje. Busca en los bolsillos. Saca su móvil y, mientras mira por la pantalla y teclea los botones, se dirige junto a Patricia. Se pone a su espalda, de forma que el bebé le mire de frente. Le enseña el móvil al tiempo que suena una canción y mueve graciosamente el móvil. El bebé cambia el sollozo por una sonrisa. Poco después, se duerme. Patricia lo deja con cuidado en la cuna. Los dos lo miran absortos. Ángel apaga la música.

- Me alegro de haber dado este paso,- responde Ángel, sin desviar la mirada del pequeño -. Compartir el resto de mi vida contigo, Paty, y con tu hijo...

- Oye, que ahora es de los dos, ¿eh?,- le interrumpe Patricia, sarcástica. Ángel responde con una sonrisa de oreja a oreja.

- Lo sé, lo sé...,- la toma de la muñeca y la abraza -. Y sigo diciendo que jamás me arrepentiré de lo que hemos hecho esta mañana.

- Ni yo,- Patricia le acaricia la mejilla. Se besan.

- ¡Por cierto!,- exclama de repente él -. No te he dicho aún lo radiante y hermosa que estabas esta mañana con tu vestido de novia. Tan blanco... Y emperifollado... Con tu velo... Y las flores en tus manos...

- Tú tampoco estaban mal en traje de chaqué...,- responde Patricia, sonrojada.

- Y pensar que todos estos años que trabajamos juntos te metías conmigo porque te parecía feo...

- Oye, que eran cosas del guión...

- Lo sé. Y espero que no fueran cosas del guión aquella conversación mental que tuviste con Berta sobre mí...

- ¿Cuál?

- Ya sabes... Os metíais conmigo, pero luego pensabais que no estaba tan mal, que tenía un culo prieto...,- Ángel en ese momento da un respingo. Mira a Patricia asustado. Ésta le mirada lasciva.

- Y es verdad que está prieto... Y no digas que es cosa del traje porque, mírate, estamos desnudos,- ríen y se abrazan.

- Lo que sí me dio un vuelco el corazón fue lo de Berta...

- Sí. Pero gracias a Dios no pasó a mayores.

- Entre el embarazo tan avanzado que tiene, y el calor que hacía en el juzgado, normal que se desmayara.

- Y sin ella, ¿quién haría de testigo de la boda? Porque te recuerdo que sólo estábamos nosotros dos, Berta y Dani...

- Y nuestros hijos. El nuestro y el de Berta y Dani. Y seguro que algún reportero...,- Ángel desvía la agresiva mirada. Patricia le vuelve el rostro.

- No pensemos en eso ahora, ¿vale?,- Ángel recupera la sonrisa. Se vuelven a besar.

- Te quiero, señora de Martín Gómez.

- Te quiero, señor de Conde Galindo.

Y se vuelven a meter en la cama, para continuar abrazados y mirándose a los ojos.

viernes, 19 de febrero de 2010

CAPITULO 63

Patricia no se podía creer lo que estaba escuchando. Ángel estaba adoptando a su hijo como propio. Pero había algo más en esa afirmación, algo que Patricia entendió a la primera, pero no quería comprender. Más bien, quería oírlo de la boca de Ángel.

- ¿Qué me quieres decir, Ángel?

- ¡Paty!,- Ángel no salía de su asombro.

- Dímelo, Ángel,- Patricia fingía muy bien el no comprender nada.

- ¡Oh!,- Ángel mueve los brazos desesperado al tiempo que camina sin rumbo por la habitación -. Eres desesperante...

- Ángel...,- Patricia no apartaba la vista de él.

- Patricia. Ya sabes a lo que me refiero. No me lo hagas decírtelo, porque no puedo, no voy a poder. No seré capaz de decirlo.

- Si te armas de valor seguro que sí,- Patricia mira al bebé, dormido en su cuna. Ángel la mira. Luego mira al bebé. Se acerca a la cuna. Sonríe.

- Me gustaría cuidarle siempre,- susurra -. Quiero verle gatear por la casa, quiero ser testigo de sus primeros pasitos, de su primera palabra. Quiero verle reír. Quiero darle el biberón. Quiero que me despierte por la noche con sus llantos. Quiero enseñarle a leer, a escribir. Quiero que me enseñe sus notas del colegio y castigarle por suspender. Quiero hablar con él de chicas. Quiero que me coja el coche sin permiso. Quiero que se escape de casa por la noche cuando le castiguemos. Quiero enfadarme con él por llegar tarde, borracho y fumado. Quiero que nos mande a la mierda y diga que no le entendemos. Quiero, en definitiva, que sea mi hijo.

- Pues hay un sólo camino para ello,- responde Patricia, mirándole a los ojos. Ángel le mira a ella. Primero asombrado, luego avergonzado. Baja la mirada -. Dímelo, Ángel. Dímelo y te aseguro que todo lo que deseas se hará realidad. Dímelo, y serás felizmente infeliz.

- ¿Felizmente infeliz?

- Sí. Discutirás siempre con él cuando sea más mayor, pero porque es lo normal. Dímelo, y te aseguro que se te cumplirá tu deseo.

Ángel mira al bebé en silencio. Patricia alterna sus ojos entre Ángel y el bebé. Ángel acaricia la dulce cara del neonato, sonriendo.

- Si de verdad quieres a mi hijo,- continúa ella -, la única posibilidad es la adopción... Aunque si coger este camino, debes aceptar una condición...

Ángel sigue en silencio, mirado al pequeño.

- Patricia,- la voz del catalán pendía de un hilo. Mira a Patricia -. ¿Quieres casarte conmigo?

miércoles, 17 de febrero de 2010

CAPITULO 62

Patricia abre los ojos lentamente. El sol acertó en su rostro. No recuerda nada. Lo último, que rompió aguas. Después, todo borroso y muy confuso. Al tratar de incorporarse en la cama, nota un gran pinchazo en su vientre.

- ¡Paty!,- Berta corre a su lado a abrazarla y besarla -. ¿Qué tal te encuentras?

- Bueno... No siento nada de cintura para abajo...

- Normal. Después de sacar de tu cuerpo tres kilos de niño...

- ¿Qué tal está?,- comenzó a preguntar nerviosa -. ¿Dónde está?

- Tranquila,- Berta la tranquiliza -. Todo ha ido bien...

Patricia mira al lado de la cama. Y ahí estaba él, sentado en la silla, con el bebé acunado entre sus brazos. Patricia le ve y derrama una lágrima. Era, sin duda, una imagen para el recuerdo.

- Menudo hombre que es Ángel ¿eh?,- le susurra su amiga, sin dejar de mirarlo, absorto en el bebé. Patricia sonríe. Ángel se da cuenta y la mira, sonriendo.

- Sí,- responde entrecortadamente Patricia. Se vuelve a Berta -. Oye, que Dani tampoco es moco de pavo...

- Ya veremos si tienes razón,- Berta se acaricia el vientre -. Cambiando de tema, ¿no se te ha adelantado un poco? Porque tú salías de cuentas la semana que viene, ¿no?

- Dentro de diez días. Pero parece que él quería salir ya... Y yo no podía retenerle más tiempo.

- Tan impetuoso como su madre,- responde Ángel.

- Por cierto,- Berta continúa -. ¿Cómo le vais a llamar? Porque antes, una enfermera nos lo preguntó para hacer los papeles, y Ángel le dijo que lo hablaría contigo.

- Había pensado en llamarle Ángel,- Patricia miraba al catalán.

- ¡Como su padre!,- exclama Dani, quien había entrado instantes antes. El resto le mira, petrificados. Patricia sorprendida, Ángel asustado, Berta furiosa -. ¿He dicho algo?

- Vámonos,- Berta le toma del brazo y salen del cuarto al tiempo que le susurra -. Ya hablaremos en casa...

Patricia y Ángel se quedan unos instantes mirando la puerta cerrada. Patricia reacciona y mira a Ángel.

- Ángel...,- Ángel la mira a los ojos por un segundo, esquivando luego la mirada hacia el bebé -. ¿Qué ha querido decir?

- Verás, Paty... Cuando la enfermera pidió los datos del bebé, quiso saber el nombre del padre. Yo acabé en un mar de dudas. La cabeza me decía que respondiera "padre desconocido", pero mi corazón...,- Ángel se queda en silencio, mirando al bebé. Se levanta y lo deja suavemente en la cuna al lado de la cama. Se sienta en la cama y toma a Patricia de las manos -. Paty. Yo te amo. Te amo con locura. Sé que ese bebé fue fruto de algo que recordaremos siempre como una pesadilla. Sé que no es sangre de mi sangre, pero te prometí y te prometo que lo cuidaré como si lo fuera.

- Ángel, ¿qué quieres decirme?

- Éste es tu hijo… Nuestro hijo,- señala la cuna -: Ángel Martín Conde.

martes, 16 de febrero de 2010

CAPITULO 61

Ángel no despegaba su cara de la mampara que le separaba del hijo de Patricia. Una enfermera lo estaba examinando. Ángel le miraba atentamente. Le veía tan frágil... Sin duda, era hijo de Patricia. Tenía los mismos ojos y la misma nariz que ella. El bebé no paraba de llorar mientras la enfermera, llena de paciencia, le aseaba y plasmaba en un papel sus diminutas huellas, sus datos de nacimiento. Alguien le hace volverse.

- ¿Quieres que traiga una fregona?

La primera reacción de Ángel es abrazarse a su amigo. Éste nota cómo solloza. Dani le aparta mientras mira a todas partes.


- Aquí no, que nos pueden ver...


Ángel se seca las lágrimas y sonríe.


- ¿Qué tal está Paty?,- pregunta Berta. Ángel la abraza, más suavemente.


- Está ya en planta. Se ha desmayado después del parto. Ha sido agotador, pero ya pasó todo. No puedo verla ni hablarla hasta que se despierte. Y pueden pasar horas,- Ángel estaba nervioso. No sabía qué hacer con las manos. Dani le rodea por los hombros mientras mira por la mampara. Berta también observa a la enfermera mientras deja al bebé en una cuna transparente. Un papel en la cabecera pone el nombre de la madre: Patricia Conde Galindo. Ángel mira al suelo.


- Es una monada de bebé,- susurra Berta.


- ¡Mira!,- exclama Dani -. ¡Si tiene los ojos de su padre!,- Dani se vuelve a Ángel, con esa sonrisa tan socarrona, firma de la casa. Ángel le responde mirándole con ojos de basilisco.


- Está para comérselo,- a Berta le hacían chiribitas los ojos.


- Pues ya sabéis...,- responde Ángel, mirando a su amigo de reojo.


- En eso estamos,- responde Dani, sonrojado, abrazando a Berta por la cintura, mirándose a los ojos, sonriendo, y posando su frente en la de ella. Al poco, bajan los dos la mirada al vientre de Berta.


- ¿Cuánto...?


- La semana que viene hará cuatro meses,- responde Berta, acariciándose el vientre, arqueando la espalda hacia delante, mostrando su vientre hinchado. Dani se pone detrás de ella, abrazándola y frotando suavemente sus manos en el vientre de ella.


- Todavía os queda casi medio año...


- Tengo unas ganas de que salga ya...,- responde Berta.


- Y cuando sea el momento no querrás que salga de "ahí".


Los tres miran en silencio al bebé, quien, ya calmado, duerme plácidamente. La enfermera sale de la sala y se dirige a Ángel.


- Disculpe, ¿saben ya el nombre del bebé?


- Verá... Aún no está decidido. Y prefiero esperar a que Patricia despierte para comentarlo...


- De acuerdo... Por cierto, ¿cuál es el nombre del padre?


- ¿Del... padre?,- Ángel abre los ojos, sorprendido. No sabe qué responder. Mira a la enfermera, bolígrafo en mano, dispuesta a rellenar el espacio en blanco que hay en el informe que tiene entre sus manos. Ángel se vuelve hacia sus dos amigos. No responden. Ángel vuelve a la enfermera.


- ¿Y bien?


- El... el nombre del padre...,- tartamudea.

lunes, 15 de febrero de 2010

CAPITULO 60

- ¡Tranquila, Patri!,- exclama jadeante Ángel.

No se separa de ella, de la camilla, de su mano. Ángel está corriendo, siguiendo a duras penas la marcha de los enfermeros. Patricia llora, asustada y dolorida. No quiere soltarse de su amado. Otro grito de la vallisoletana.

- ¡No pienso abandonarte!,- sigue gritando él.

- ¡Ángel! ¡Ángel!,- es lo único que puede decir Patricia.

Las luces del techo pasan como un suspiro por encima del tropel. La gente logra apartarse a tiempo de la carrera por los pasillos. Pasan por puertas que se abren ante el trote de los médicos, vestidos ya con sus características batas verdes, sus gorros de plástico, y con las mascarillas blancas bajo el mentón. De repente uno de los enfermeros logra soltar a Ángel y se queda con él en el resquicio de una puerta.

- Lo siento, señor,- le responde -. Aquí ya no puede pasar.

Ángel mira, impotente, cómo se la llevan por el interminable pasillo, viendo cómo desaparece al pasar por otra enésima puerta.

- ¡Quiero, tengo, que estar junto a ella!

- Lo siento, pero no se puede pasar de aquí,- el enfermero se vuelve para seguir a sus compañeros, pero Ángel le retiene del brazo. No hizo falta que hablara; su mirada triste y nerviosa se explicaba como un libro abierto. El enfermero quedó tan cautivado por tan sensible semblante que tomó al cómico de la muñeca y lo llevó por el pasillo.

Mientras corren por él, Ángel nota cada vez más cerca los gritos de angustia y dolor de Patricia. El corazón le latía cada vez más rápido. Parecía que se le fuera a salir del pecho. El enfermero le lleva a un cuarto, donde le entrega una vestimenta parecida a la suya. Muy torpemente, logra ponérsela, corriendo hasta la gran sala donde estaba ella, con el rostro empapado de sudor. Los gritos de Patricia helaban la sangre. Ángel corre junto a ella, tomándola fuertemente de las manos. Patricia pierde algo del miedo que la estaba apoderando y cambia su dolor por fuerza. Obedece al médico que estaba a sus pies. El ajetreo de su rededor se desvanece. Sólo están ellos dos con el médico.

- ¡Siga!,- impera el médico -. ¡Lo está haciendo muy bien, señorita! ¡Una vez más! ¡Sólo una vez más!

Patricia recolecta toda la fuerza que le quedaba en su cuerpo y realiza un último esfuerzo, premiado con un agudísimo llanto. El médico se incorpora mientras una enfermera cubre con una manta lo que el médico lleva entre sus brazos. Ángel sonríe, ríe y llora. No lo puede evitar.

- ¡Ya está!,- exclama -. ¡Ya está! ¡Patricia! ¡Lo conseguiste!

Mira a Patricia. Yace en la cama. Nervioso, la llama a gritos. No despierta. El médico la examina rápido. Más calmado, pone una mano en el hombro del catalán.

- Tranquilo. Se ha desmayado por el esfuerzo. Será mejor dejarla reposar. Ha sido un parto exhaustivo.

Ángel se agacha junto a Patricia y la besa en la frente.

- Descansa, el meu amor,- susurra.

sábado, 13 de febrero de 2010

CAPITULO 59

Patricia abre los ojos suavemente. La pesadilla que acaba de tener la ha desvelado. Pero no era una pesadilla fuerte; por eso se despierta lánguidamente, sin sobresalto alguno. Apenas logra percibir nada de su alrededor, salvo los finos rayos del sol matutino que se colaban por la persiana. Gira su cabeza para ver el despertador. Hacía pocos minutos que dieron las diez de la mañana. Suspira. De repente, se acuerda de su amiga. Quiere llamarla. Seguro que ya está despierta a esa hora. Tantea sobre la mesilla en busca de su móvil, pero abandona. Abandona por dos motivos: acaba de recordar que su móvil está en el salón, y que ella misma se imagina llamarla y descubrir entonces que Berta está... "ocupada". Patricia imagina el momento. Ella llamando a Berta mientras ésta está con Dani. Esa imagen la hace reír tímidamente, al tiempo que se tapa el rostro con la sábana, avergonzada.

Vuelve a girar la cabeza. Y ahí le ve. Recostado en la silla. Patricia sonríe. Se ensimisma en la imagen que ante ella aparecía. Estaba tan guapo así... Entonces, de su interior, aflora una lágrima, un sollozo. Patricia se tapa con la manta. Intenta acallar ese torrente de sentimientos que empezaba a invadirla. Ángel, a pesar de estar dormido, abre los ojos. Cuando él duerme, ni una guerra en pleno apogeo lograría despertarle, pero un simple sollozo le desveló por completo. Se abalanza sobre Patricia, abrazándola y descubriendo su cabeza del interior de la cama.

- ¡Patricia! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Te duele algo?

Patricia le abraza fuertemente, a duras penas abre los ojos, le mira fijamente y logra que su voz esquive la tristeza.

- No pasa nada, Ángel.

- Entonces, ¿por qué lloras?

- Lloro porque soy feliz.

Ángel pone mueca de no entender nada, pero le devuelve el abrazo a su compañera.

- Lloro por Dani y Berta,- le cuenta al oído mientras dura el abrazo -. Lloro por nosotros. Lloro porque ya no podía aguantar más.

- Pues a partir de ahora,- responde él -, vas a guardar esas lágrimas bajo siete llaves, porque no volverás a llorar en la vida mientras yo siga a tu lado.

Tras el abrazo, vuelven a mirarse a los ojos. Ángel retira los mechones que caían sobre el rostro de Patricia. Sonríen. Sonríen dejando ver una mueca entre feliz y triste. Están los dos a punto de llorar... pero de alegría. Ya era hora de que el destino les dejase respirar tranquilos durante un momento. Ángel se mete con ella en la cama mientras la llena el rostro de besos. Baja hasta posar su rostro sobre el vientre de la rubia, abrazándose a ella hecho un ovillo. Parece un bebé... Patricia le acaricia el cabello maternalmente.

- Te lo juro,- susurra Ángel -. Estaré a tu lado siempre.

CAPITULO 58

- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

Ángel estaba nervioso, peleando con Patricia, quien monopolizaba la mirilla. La rubia presentadora le chistaba.

- ¡Oh, Dios mío!,- exclama susurrante -. ¡Dani se ha arrodillado!

- ¡Déjame ver!

- ¡Y ahora Berta! ¡Los dos están de rodillas!

- Pero, ¿qué más? ¡Qué más!

- Se van. Ya se van...,- de repente, se oye un gran golpe. Patricia lanza un grito, ahogado por sus propias manos. Ángel la mira sorprendido. Patricia ríe.

- Lo sabe,- le dice al enano -. Sabe que les estábamos espiando.

Patricia y Ángel se sonríen. El rubor conquista sus mejillas.

- ¡Eh!,- un grito desde la puerta del salón les reclama -. ¿Dónde está la protagonista?

- ¡Ya voy, Miki!

Patricia y Ángel por fin pueden disfrutar de la fiesta en todo su esplendor. Dani y Berta han vuelto. Patricia está recuperada de su desmayo. Ángel está feliz a su lado. La fiesta avanza hasta la noche. Algunos invitados abandonaron la casa pronto, debido, sobre todo, al directo imperdonable de sus programas. Otros lo hacían por el madrugón que les esperaba al día siguiente. Sin embargo, el ambiente no decayó un sólo instante. Todos charlaban distendidamente. En ciertos momentos hubo halagos a la pucelana. Halagos, abrazos y besos. Muchos besos. Patricia se sentía un poco incómoda, pero, ¡qué diablos! Un día es un día, ¿no?

Y llegó la medianoche, casi sin darse cuenta. En la casa ya apenas quedó gente: Patricia, Ángel, Miki, Paula y Patxi. Acababan de despedir a Mamen, quien no se perdonaría nunca si presentaba las noticias del día siguiente con sueño. Y a Berto también, quien tenía que grabar el programa por la mañana. Todos hicieron un pequeño corro sentados en el sofá del salón. Ángel no conseguía evitar mirar a Patricia. Su mirada brillaba. Brillaba más que nunca. Sin duda, después del susto del hospital, ha vuelto a ser la misma. Al cabo de unos instantes, Patricia se levanta del sofá, pero vuelve a sentarse. Parpadea nerviosa.

- ¿Te ocurre algo?

Todos la miraban preocupados.

- No... no es nada... Tranquilos...,- Patricia se daba aire agitando su mano cerca de su rostro.

- Estás muy pálida.

- No es nada... De verdad... Tan sólo que me ha dado un pequeño mareo, pero estoy bien...,- comenzaba a sudar.

Ángel corre a por una de las pastillas que el médico la recetó, al tiempo que Miki la toma de la mano y Patxi abre la ventana del salón. Paula llena un vaso con agua. Ángel vuelve y le da la pastilla. Patricia se la toma con ayuda del agua. Se recuesta sobre el respaldo del sofá.

- Estoy bien. Tan sólo es que me siento un poco cansada.

Paula y Patxi la besan en las mejillas y se despiden.

- ¿Quieres que me quede?,- pregunta Miki.

- Tranquilo Miki, estoy bien,- le responde Patricia -. Esto se pasa con ocho horas de sueño reparador.

- Yo me quedo Miki,- continúa Ángel -. Tú puedes irte ya a casa.

- Cuídamela bien, ¿eh, Ángel?,- le dice al tiempo que se levanta. Besa a Patricia en la mejilla y se va, con cierto malestar anímico.

- ¿El bebé otra vez?,- le pregunta Ángel, cuando están totalmente solos. Patricia afirma con la cabeza.

- Este niño ya viene dando guerra,- sonríe Patricia.

La ayuda a levantarse y la acompaña hasta la cama. Cuando está metida en la cama, Ángel se niega a meterse con ella. Prefiere quedarse en una silla, vigilando.

viernes, 12 de febrero de 2010

CAPITULO 57

Dani se queda petrificado, con los ojos desorbitados y enrojecido el rostro por la vergüenza. Está de espaldas a esa tercera persona, pero no hacía falta volverse. Reconocería esa voz entre un tumulto. Ángel se vuelve rápido. Y ahí estaban las dos, en el resquicio de la puerta. Ángel se adelanta un par de pasos.

- Berta...

Berta detiene a Ángel con un gesto de la mano al tiempo que es ella quien avanza. Pasa de Ángel, centrándose en llegar hasta Dani. Ángel la observa sin saber cómo reaccionar. Patricia aprovecha para llegar hasta el catalán. Berta se queda a un paso de la espalda de Dani.

- Dani...

- ¿Cuánto has oído?

- Lo suficiente como para hacer desvanecer mis dudas.

- Pero...

Berta se vuelve hacia Patricia. Ésta lee su mirada. Toma a Ángel de la mano y entran en la casa, cerrando la puerta. Berta, al ver la puerta cerrada, mira al suelo y luego a Dani otra vez.

- Dani... Debo pedirte perdón. Perdón por todo. Lo siento, ¿me oyes? Siento haber propuesto esta distancia por lo de Patricia. Pero entiéndelo. Es mi amiga. No podría haber seguido con lo nuestro sabiendo que mi amiga estaba en el hospital...

- También es mi amiga...,- Dani hablaba en susurros.

- ¿Y yo? ¿Yo no soy tu amiga?

- También...

- Entonces, ¿por qué me has despreciado todo este tiempo? He tratado de hablar contigo, pero pasabas de mí. ¿Tanto mal te hice? Perdóname. Tan sólo te pido que me perdones. Que me perdones y me entiendas. Sé que es difícil retomar lo que al principio iba a ser un cuento de hadas, pero no quiero romper nuestra amistad. Eso sí que no quiero perderlo nunca...,- le toma del hombro. Dani baja la cabeza. Se hace un silencio incómodo, amenizado por un suave llanto. Dani se vuelve de repente y atrapa las manos de la extremeña entre las suyas, perdiéndose el uno en las pupilas del otro.

- Berta. Deberías ser tú quien me perdone a mí. Por lo que te he hecho sufrir estos días. Me sentía mal, es cierto, por acabar con lo nuestro. Se me hacía duro tener que trabajar todos los días contigo, a tu lado, después de saborear una pizca de lo que pudo ser. Te comprendo perfectamente, entiendo que prefirieras entregarte a tu amiga antes que a mí, pero... Pero después de lo que vivimos desde aquella velada en el cine, no puedo soportar vivir un sólo día alejado de ti. Créeme si te digo que estos días se me han hecho como cárceles. Berta, te lo suplico,- se arrodilla ante ella, si soltarse de las manos y sin desviar la mirada -, volvamos juntos.

Berta comienza a derramar lágrimas al tiempo que se arrodilla ante Dani.

- Y yo te suplico que no nos separemos nunca,- y se unen en un gran abrazo. Tras unos interminables segundos, se levantan y se marchan del descansillo. Cuando comienzan a bajar las escaleras, Dani se detiene, le indica a Berta que guarde silencio, se queda junto a la puerta de la casa de Patricia y da un gran golpe con el puño. Acto seguido, se oye un grito seco. Dani sonríe.

- Sabía que nos estarían espiando,- piensa mientras sale del portal, abrazado a Berta.

jueves, 11 de febrero de 2010

CAPITULO 56

- ¿Se puede saber qué pasa?,- pregunta Patricia, anonadada, mientras Berta cierra la puerta de la habitación.

- No consigo contactar con Dani,- Patricia la mira asombrada -. Le he llamado estos dos días. He ido a su casa, le he escrito, le he dejado mensajes, pero nada. Además, en los estudios siempre me evita. Creo que le rompí el corazón cuando le dije que lo dejáramos...,- Berta se entristece.

- Dale un tiempo. Recuerda que esto mismo pasamos cuando intentabas ligártelo. Además, ya me he dado cuenta... No le he visto aquí.

- Me odia...,- Berta se sienta en la esquina de la cama, llorando. Patricia se sienta junto a ella y la abraza por los hombros.

- No es verdad.

- Sí. Sí que lo es... No me habla.

- ¡Claro que te hablará! Tú déjame a mí. Le diré a Ángel que hable con él, que te dé una explicación de por qué no te dirige la palabra, y, si tienes razón con tu teoría, que te dé una segunda oportunidad. Porque te la mereces.

- ¿Tú crees que...?,- Berta se calma y la mira a los ojos.

- Por supuesto. Y ahora límpiate esas lágrimas, a ver si va a venir...,- sonríe. Berta se limpia el rostro mientras Patricia la abraza.

Mientras tanto, Ángel sale del salón, hablando por el móvil.

- ¿Cómo...? No... no te oigo... ¿Qué dices...?

- Que tengo que hablar contigo...,- al fin la otra voz se oye clara.

- ¿Y por qué no vienes?

- No quiero encontrarme con ella...

- Estás tonto,- a Ángel le comenzó a salir la vena reñidora.

- Lo sé... Anda, hazme este favor y sal fuera...

- ¿Cómo?

- Que salgas....

- ¿Estás aquí?,- Ángel mira por una ventana.

- Ángel...

- Bueno, vale... Ya salgo...,- al abrir la puerta principal, se encuentra cara a cara con Dani, igualmente hablando por el móvil. Los dos se miran. Se quedan por unos instantes inmóviles. Ángel logra reaccionar -. ¿Pero por qué no has llamado?,- cuelga. Dani también cuelga.

- Perdona que haya montado este paripé, pero es que no quiero encontrarme con Berta.

- ¿Por qué?

- Por... Por todo,- se da la vuelta. Ángel suaviza su rostro, avanza hasta su amigo y le toca el hombro.

- La amas, ¿verdad?

- ¡No sabes tú cuánto!

- Entonces, ¿por qué esta actitud?

- No lo sé...

- Ya sabes que rompisteis por lo de Paty, pero ya está recuperada. ¡Podéis volver a estar juntos!

- No creo que ella quiera...,- un sollozo ahoga su voz.

- Claro que sí quiere... Tan sólo tienes que hablarlo con ella.

- No me atrevo... Por la respuesta que pudiera darme...

- Pues no temas,- una tercera voz se les une.

miércoles, 10 de febrero de 2010

CAPITULO 55

Al día siguiente Patricia fue dada de alta. Su desvanecimiento no requería de más observaciones y pudo irse a casa, no sin que el doctor le recetara antes unas pastillas que no afectarían al bebé. Salió del hospital por su propio pie, junto a Ángel. Ni Berta, ni Dani, ni Miki... Nadie del equipo fue a verla aquel día. Sobre todo Dani, quien no fue a verla en todo el tiempo que estuvo postrada.

- No ha querido venir estos días porque se sentía muy mal,- le dijo Ángel cuando Patricia le preguntó -. No por ti, sino por Berta. Desde que rompieron no quiso venir por si se encontraba con Berta.

Patricia rezaba porque volvieran a estar juntos. Logró convencer a Berta, pero Dani... Dani era más cabezota. Sería difícil, pero estando Ángel con ella lo lograrían. Si ya lo consiguieron una vez, la segunda sería más fácil.

Ángel la llevó a casa. Patricia se sentía triste porque no fue nadie a verla salir del hospital. Sólo Ángel. Pero supuso que no fueron por el programa. Pudieron suspenderlo, aunque también es verdad que la gente preguntaría, y habría millones de rumores... Patricia de deshizo de esos pensamientos. Estaba fuera del hospital. El niño está bien. Ella está bien. Ángel está con ella. Todo es alegría y felicidad.

Llegan a la puerta de su casa. Ángel abre. Todo está en penumbras. Patricia evitaba dar la luz, se imaginaba su piso después de dos o tres días sin limpiar. Ángel no la suelta. Cierra la puerta. Se le notaba nervioso. Patricia sospechaba. La lleva al salón. Enciende la luz. Y...

- ¡¡¡SORPRESA!!!

Y ahí estaban todos. Miki. Berta. Cristina. Jose. Tino. Gonzalo. Alberto... Estaban todos. Incluso Andreu, Wyoming, Usoon, Tania, Mamen, Ricardo, Paula... Estaban todos los compañeros de la cadena. Incluso él. Salió de entre todo el grupo y fue junto a ella.

- Menudo susto que nos has dado a todos,- le dijo, sonriente -. ¡A ver si comemos más!,- y le das dos leves palmaditas en el estómago. El rostro de Patricia se llenó de sudor. Ángel la ve.

- Tranquila,- le susurra -. Les dije que te dio un bajón. No saben nada del bebé.

Patricia mira a Ángel y sonríe. Se vuelve.

- Gracias, Emilio.

Emilio le entrega un pequeño regalo.

- Lo hemos comprado entre todos.

Patricia lo desenvuelve. Una caja. La abre. En su interior no hay más que tornillos, tuercas, chatarra varia... Patricia les mira extrañada.

- Tómate un par cada día al levantarte y ya no te desmayarás más.

Patricia ríe la broma.

La fiesta siguió en un ambiente distendido. Todos hablaban con todos. Incluso Berta se acercó a Patricia para hablar. La interrumpió cuando estaba con Ángel, pero al volverse, vio a Ángel hablando por el móvil y salir del salón. Berta se llevó a Patricia a la habitación.

martes, 9 de febrero de 2010

CAPITULO 54

Patricia se pasó el resto de la noche en vela. Intentó echarse un rato, pero era imposible, más por lo que había pasado que por lo que había dormido. El desmayo..., Dani y Berta..., con lo que les costó a ellos juntarles, y ahora, por un desmayo, se separan. Sin duda, el niño que espera no ha hecho más que darles problemas. Patricia comenzaba a odiarlo, pero veía a Ángel, quien nuevamente se durmió en la silla, y luchaba contra sí misma. Odiaba al niño desde que lo concibió, pero quiere tenerlo. Nunca antes vio a Ángel tan volcado en ella.

El amanecer llegó lentamente. Una enfermera entra con el desayuno. Da lo buenos días a Patricia en silencio, para no despertar a Ángel, pero falla. Ángel se despierta. Pide a la enfermera que le traiga un café, pero Patricia logra convencerle de que baje a la cafetería a tomárselo.

A primera hora llaman a la puerta.

- Qué pronto se ha tomado el café...,- piensa Patricia. La puerta se abre. Primero tímidamente, pero después como un vendaval, entra Berta. Corre a abrazarla. Llora -. Tranquila Berta. Estoy bien.

- Nos diste un buen susto,- la llena el rostro de besos. Se para y mira alrededor -. ¿Y Ángel?

- En la cafetería. Se lo pedí yo,- Berta la mira y sonríe -. Esto... ¿Y Dani?,- el rostro de Berta se oscurece -. Ángel me lo ha contado. ¿Cómo habéis podido...?

- Eres nuestra amiga, y no nos veíamos con fuerzas para seguir con lo nuestro después de lo que te ha pasado...,- una lágrima asoma.

- ¿Nuestro? Así que... ¿Ibais a intentarlo?,- Berta asiente triste -. Pero cuenta, cuenta...,- la indica que se siente en la cama.

- Bueno... Dani es un tipo divertido... ¿Qué te voy a decir? Ya lo ves en el programa. Me lo pasé muy bien con él este poco tiempo... Aparte de ello, también sabe comportarse. Sabe cuándo hay que ser serio y cuándo ser chistoso. Nunca antes había estado tan a gusto con un hombre.

- Pues no lo dejéis por una tontería...

- ¿Una tontería?,- Berta se levanta de un salto enfadada -. ¿Esto es una tontería? Patricia... ¡que estás en el hospital!

- Berta, cariño...,- le toma de la mano.

- ¡No! Lo hemos pasado muy mal ayer.

- Berta. He sido yo quien peor lo ha pasado. Pero deberías alegrarte por mí. ¿No ves que me río de ello? ¡Si estoy bien! ¡El niño también! Estamos todos bien...,- las dos se miran a los ojos. Berta cambia su rostro de la dureza de la roca a la suavidad del algodón. La humedad de sus ojos ayudan en la transformación. Se derrumba -. ¡Berta! No llores... Si ya estamos todos bien...

- Es que, cada vez que lo pienso... Si no hubierais venido a casa, seguro que no te habrías desmayado... Estarías en casa sentada, tan tranquila...

- No te creas. Me podría haber desmayado en casa, al levantarme para ir a la cocina, a la habitación, al comedor... O me habría desmayado en la calle si nos hubiéramos propuesto Ángel y yo a dar un paseo... Escúchame,- toma a Berta de las dos manos -. No lo dejéis. No quiero que mi hijo se enfade con sus padrinos.

Berta mira a Patricia asombrada. Se abalanza sobre ella, la abraza. Las dos sonríen.

- Prométeme una cosa,- Patricia le susurra -. Prométeme que volveréis a estar juntos.

lunes, 8 de febrero de 2010

CAPITULO 53

Patricia abre los ojos. Aquel incesante pitido la había despertado. Parpadea varias veces antes de poder ver el blanco techo. Estaba en una cama. Nota entonces cierto escozor en el dorso de su mano. Se acaricia el dorso, pero nota un pequeño pinchazo. Tiene una sonda. Sigue el tubo al que está enganchada hasta llegar al causante de aquel horrible pitido. Mira a su alrededor. No hay duda. Está en el hospital. El cuarto estaba oscuro. Al incorporarse, siente la espalda dolorida. Se acomoda. Debía de ser ya de noche. La luz fluorescente del pasillo se colaba por la puerta cerrada de la habitación. Las enfermeras del turno nocturno hablaban entre ellas en tono suave. Se oía a lo lejos una radio encendida. La persiana de su habitación estaba echada. Mira sus muñecas, pero la han quitado el reloj.

Está sola en la habitación, nadie comparte la otra cama, pero sí la silla que había a su lado. Patricia sonríe entristecida, más que nada porque no sabe por qué está ahí, aunque... Se levanta de la cama, pero el leve sonido chirriante de los muelles despierta a su acompañante, quien primero reacciona pasivamente, abriendo los ojos y volviéndolos a cerrar al momento, pero ya vuelve a abrirlos al tiempo que se levanta de la silla de un salto. Corre a abrazarla.

- ¡Oh, Patri!,- exclama entre lágrimas -. ¡Menudo susto nos has dado!

- Ángel, ¿qué ha pasado? ¿Qué hora es?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que fuimos a casa de Dani... Y Berta estaba ahí... Y ya todo negro.

- Te desmayaste. Nos dio un vuelco el corazón a todos.

- ¿Cuánto llevo así?

Ángel mira su reloj.

- Son las tres de la mañana. Llevas como ocho horas durmiendo.- Patricia trata de ponerse de pie, pero las piernas le fallan. Ángel la sostiene entre sus brazos -. Será mejor que te acuestes. Aún sigues débil...

Patricia se lleva las manos al vientre.

- ¡El niño! ¡El niño! ¡No lo siento!,- exclama casi fuera de sí.

- Tranquila, el niño está bien...,- Ángel trata de tranquilizarla.

- ¡No lo siento dentro de mí!

- Hazme caso. Al niño no le ha pasado nada.

- Pero, ¿qué me pasó?

- Bueno... El niño tuvo algo de culpa...,- Patricia le interroga con la mirada -. Te dio una bajada de tensión. Por falta de hierro. Algo normal en las embarazadas. Pero bueno, no es nada que no se arregle con un buen plato de lentejas,- Ángel sonríe. Patricia se calma. No sabía por qué, pero siempre que veía a Ángel sonreír, ella notaba como un calor agradable que la envolvía toda entera y la calmaba. Se lleva las manos al vientre. Lo mira. Sonríe. Ese hueco que por unos segundos la había enloquecido, pronto se volvió a llenar. Ya lo volvía a notar. Ya se sentía completa.

- No me digas que llevas toda la noche aquí.

- No te iba a dejar sola,- se abrazan.

- ¿Y Dani y Berta?

- Se han ido a casa,- Patricia sonríe pícara -. Pero cada uno a la suya,- Patricia se entristece -. Han decidido que, por lo que te ha pasado, dejarlo por un tiempo, hasta que te recuperes. Entonces lo retomarán. No quieren relacionar lo suyo con tu desmayo,- Patri nota una lágrima queriendo salir -. Pero no te entristezcas. Tú no tienes la culpa. Ya verás cómo, cuando salgas de aquí, Dani y Berta volverán a estar juntos,- y la da un tierno beso en la mejilla al tiempo que la ayuda a acostarse.