lunes, 15 de febrero de 2010

CAPITULO 60

- ¡Tranquila, Patri!,- exclama jadeante Ángel.

No se separa de ella, de la camilla, de su mano. Ángel está corriendo, siguiendo a duras penas la marcha de los enfermeros. Patricia llora, asustada y dolorida. No quiere soltarse de su amado. Otro grito de la vallisoletana.

- ¡No pienso abandonarte!,- sigue gritando él.

- ¡Ángel! ¡Ángel!,- es lo único que puede decir Patricia.

Las luces del techo pasan como un suspiro por encima del tropel. La gente logra apartarse a tiempo de la carrera por los pasillos. Pasan por puertas que se abren ante el trote de los médicos, vestidos ya con sus características batas verdes, sus gorros de plástico, y con las mascarillas blancas bajo el mentón. De repente uno de los enfermeros logra soltar a Ángel y se queda con él en el resquicio de una puerta.

- Lo siento, señor,- le responde -. Aquí ya no puede pasar.

Ángel mira, impotente, cómo se la llevan por el interminable pasillo, viendo cómo desaparece al pasar por otra enésima puerta.

- ¡Quiero, tengo, que estar junto a ella!

- Lo siento, pero no se puede pasar de aquí,- el enfermero se vuelve para seguir a sus compañeros, pero Ángel le retiene del brazo. No hizo falta que hablara; su mirada triste y nerviosa se explicaba como un libro abierto. El enfermero quedó tan cautivado por tan sensible semblante que tomó al cómico de la muñeca y lo llevó por el pasillo.

Mientras corren por él, Ángel nota cada vez más cerca los gritos de angustia y dolor de Patricia. El corazón le latía cada vez más rápido. Parecía que se le fuera a salir del pecho. El enfermero le lleva a un cuarto, donde le entrega una vestimenta parecida a la suya. Muy torpemente, logra ponérsela, corriendo hasta la gran sala donde estaba ella, con el rostro empapado de sudor. Los gritos de Patricia helaban la sangre. Ángel corre junto a ella, tomándola fuertemente de las manos. Patricia pierde algo del miedo que la estaba apoderando y cambia su dolor por fuerza. Obedece al médico que estaba a sus pies. El ajetreo de su rededor se desvanece. Sólo están ellos dos con el médico.

- ¡Siga!,- impera el médico -. ¡Lo está haciendo muy bien, señorita! ¡Una vez más! ¡Sólo una vez más!

Patricia recolecta toda la fuerza que le quedaba en su cuerpo y realiza un último esfuerzo, premiado con un agudísimo llanto. El médico se incorpora mientras una enfermera cubre con una manta lo que el médico lleva entre sus brazos. Ángel sonríe, ríe y llora. No lo puede evitar.

- ¡Ya está!,- exclama -. ¡Ya está! ¡Patricia! ¡Lo conseguiste!

Mira a Patricia. Yace en la cama. Nervioso, la llama a gritos. No despierta. El médico la examina rápido. Más calmado, pone una mano en el hombro del catalán.

- Tranquilo. Se ha desmayado por el esfuerzo. Será mejor dejarla reposar. Ha sido un parto exhaustivo.

Ángel se agacha junto a Patricia y la besa en la frente.

- Descansa, el meu amor,- susurra.

1 comentario:

  1. Soy xXNaat96Xx, a mí me hubiera gustado leer la historia con Patty teniendo una gran barriga y los paparazzis persiguiéndola.

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