lunes, 1 de febrero de 2010

CAPITULO 47

Dani estaba inmóvil, sin saber qué hacer. Berta le estaba besando. Pero no la podía apartar; no porque ella fuera más fuerte, sino porque él mismo no reaccionaba. Sentía ese beso, le sentía en lo más profundo de su ser, le afectaba al corazón. Notaba un regusto amargo de tristeza en ese beso. Amargo y salado. Salado por las lágrimas que Berta no podía retener más en sus ojos. Al fin, Berta entreabre los ojos, como saliendo de un sueño del que no se quiere despertar, para luego abrirlos de par en par, asustada. Se separa.

- Lo siento, Dani,- tartamudea, mirando a todas partes excepto a Dani. No podía. -. Perdóname, de verdad. No sé qué me ha pasado... No quería hacerlo...,- trata de huir, pero Dani logra el control de su propio cuerpo y la agarra a ella de la muñeca antes de que salga huyendo, posiblemente al baño, a encerrarse para llorar. Berta le mira con gran miedo y vergüenza. Dani la mira serio y, como en un arrebato de locura, la abraza fuertemente por la cintura, la aprieta contra su cuerpo y se deja atrapar por sus pupilas.

- No,- le dice, con voz cavernosa -. Perdóname tú a mí,- y la besa apasionadamente.

No sabe por qué, pero él mismo estaba ahí, besándose con Berta, reconociendo el interior de su boca, dibujando su silueta en sus brazos, como queriendo fundirse con ella. La estaba besando. Pero no era un beso "de prueba", como queriendo saber si realmente ama a Berta o a Ángel. No. Era un beso de verdad. Dani, durante los pocos segundos que estuvo boca con boca con su compañera, sintió crecer un sentimiento extraño en su interior. Inexplicablemente, la imagen platónica de su amigo había desaparecido de su alma para dar paso a aquella con quien estaba compartiendo esos momentos tan mágicos.

Por fin, la deja respirar. Berta estaba con los ojos cerrados, abandonada de sí misma, haciendo que Dani cargara con todo su peso. Berta, en una palabra, estaba extasiada. Dani la miraba. Estaba realmente preciosa, a pesar del cabello alborotado, a pesar del camino que las lágrimas habían surcado en su rostro, a pesar de no estar maquillada, pero le daba igual. Era hermosa. Como una auténtica princesa. Como la Bella Durmiente. Y él el Príncipe Azul que la da el beso mágico que la hará despertar. Y así fue. Berta abrió lentamente los ojos y le vio. El brillo que ella vio en sus negros ojos la absorbió por completo. El semblante tan serio de su rostro la envolvió en un halo que la transportó más allá de las nubes. Estaba sin habla. Tan sólo pudo murmurar un "Oh, Dani...". No se podía creer lo que acababa de ocurrir. Finalmente logró lo que tanto tiempo llevaba esperando y soñando, y ahora que lo ha conseguido, no sabe cómo reaccionar. Ella no, pero él sí, porque Dani, siguiendo creyéndose dentro de un cuento de hadas, como si se tratase de su caballero de brillante armadura, la toma en brazos, cual frágil damisela, y la lleva a un lugar más cómodo.

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