lunes, 8 de febrero de 2010

CAPITULO 53

Patricia abre los ojos. Aquel incesante pitido la había despertado. Parpadea varias veces antes de poder ver el blanco techo. Estaba en una cama. Nota entonces cierto escozor en el dorso de su mano. Se acaricia el dorso, pero nota un pequeño pinchazo. Tiene una sonda. Sigue el tubo al que está enganchada hasta llegar al causante de aquel horrible pitido. Mira a su alrededor. No hay duda. Está en el hospital. El cuarto estaba oscuro. Al incorporarse, siente la espalda dolorida. Se acomoda. Debía de ser ya de noche. La luz fluorescente del pasillo se colaba por la puerta cerrada de la habitación. Las enfermeras del turno nocturno hablaban entre ellas en tono suave. Se oía a lo lejos una radio encendida. La persiana de su habitación estaba echada. Mira sus muñecas, pero la han quitado el reloj.

Está sola en la habitación, nadie comparte la otra cama, pero sí la silla que había a su lado. Patricia sonríe entristecida, más que nada porque no sabe por qué está ahí, aunque... Se levanta de la cama, pero el leve sonido chirriante de los muelles despierta a su acompañante, quien primero reacciona pasivamente, abriendo los ojos y volviéndolos a cerrar al momento, pero ya vuelve a abrirlos al tiempo que se levanta de la silla de un salto. Corre a abrazarla.

- ¡Oh, Patri!,- exclama entre lágrimas -. ¡Menudo susto nos has dado!

- Ángel, ¿qué ha pasado? ¿Qué hora es?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que fuimos a casa de Dani... Y Berta estaba ahí... Y ya todo negro.

- Te desmayaste. Nos dio un vuelco el corazón a todos.

- ¿Cuánto llevo así?

Ángel mira su reloj.

- Son las tres de la mañana. Llevas como ocho horas durmiendo.- Patricia trata de ponerse de pie, pero las piernas le fallan. Ángel la sostiene entre sus brazos -. Será mejor que te acuestes. Aún sigues débil...

Patricia se lleva las manos al vientre.

- ¡El niño! ¡El niño! ¡No lo siento!,- exclama casi fuera de sí.

- Tranquila, el niño está bien...,- Ángel trata de tranquilizarla.

- ¡No lo siento dentro de mí!

- Hazme caso. Al niño no le ha pasado nada.

- Pero, ¿qué me pasó?

- Bueno... El niño tuvo algo de culpa...,- Patricia le interroga con la mirada -. Te dio una bajada de tensión. Por falta de hierro. Algo normal en las embarazadas. Pero bueno, no es nada que no se arregle con un buen plato de lentejas,- Ángel sonríe. Patricia se calma. No sabía por qué, pero siempre que veía a Ángel sonreír, ella notaba como un calor agradable que la envolvía toda entera y la calmaba. Se lleva las manos al vientre. Lo mira. Sonríe. Ese hueco que por unos segundos la había enloquecido, pronto se volvió a llenar. Ya lo volvía a notar. Ya se sentía completa.

- No me digas que llevas toda la noche aquí.

- No te iba a dejar sola,- se abrazan.

- ¿Y Dani y Berta?

- Se han ido a casa,- Patricia sonríe pícara -. Pero cada uno a la suya,- Patricia se entristece -. Han decidido que, por lo que te ha pasado, dejarlo por un tiempo, hasta que te recuperes. Entonces lo retomarán. No quieren relacionar lo suyo con tu desmayo,- Patri nota una lágrima queriendo salir -. Pero no te entristezcas. Tú no tienes la culpa. Ya verás cómo, cuando salgas de aquí, Dani y Berta volverán a estar juntos,- y la da un tierno beso en la mejilla al tiempo que la ayuda a acostarse.

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