sábado, 20 de febrero de 2010

CAPITULO 65

Patricia despertó hecha un ovillo, abrazada a la almohada. Hacía mucho que no dormía tan bien. Quizá ayudó también el haberse pasado la noche anterior en vela por los nervios de la boda. Por ello cerró los ojos y sonrió, sonrió tan estúpidamente que se dio cuenta de ello y ahogó una risilla. Se resistía a abrir los ojos. A pesar de la luz que se colaba por la ventana, ella no quería abrirlos, por miedo a que todo hubiese sido un sueño. Cuando se animó a ello, vio la cuna de su hijo. Éste dormía plácidamente. Volvió a tener esa mueca tan ñoña en su rostro. ¿Por qué, cuando eres feliz y estás enamorada, pareces tan tonta? Son cosas del amor. Es como si vivieras en una nube. Una nube que desaparece bajo tus pies cuando lo que vives se deshace. Por eso Patricia se negaba a moverse, por si todo fuera aún un sueño, aunque estaba segura de que su hijo era real.

Tras la cuna pudo adivinar el traje de Ángel, colgado y colocado en la silla. Con la camisa y la chaqueta colgando del respaldo, y el pantalón, cuidadosamente doblado, en el asiento. La corbata encima. Patricia sonríe recordando las veces que le regañó durante la ceremonia.

- Estate quieto, Ángel...,- le susurraba cada dos por tres.


- No puedo,- respondía él, mientras el juez seguía leyendo -. Nunca he soportado los trajes,- e intentaba aflojarse la corbata y desabrocharse el cuello de la camisa.


Finalmente, Ángel logró llevarse el gato a agua.


- Sin duda, estamos hechos el uno para el otro,- piensa ella, sin perder de vista la silla.


Todavía no podía quitarse la imagen de la cabeza. Ver a Ángel, de traje, en una ceremonia tan íntima y solemne como es una boda, su propia boda. No tiene precio. Serio a la par que nervioso. Parecía tan desvalido... Sin embargo, ella estaba preciosa. Ya se lo recalcó anoche Ángel. Y era cierto, a pesar de que ella es modesta. Y Ángel, a pesar de parecer una parodia de novio, también estaba muy guapo. Guapo y tierno. Sin duda, hizo una muy buena elección.


Patricia hunde su cabeza entre sus brazos y aspira profundamente. Su cuerpo aún olía a él. Y eso la gustaba. Por fin, después de un año desde el suceso, pudo entregarse enteramente a Ángel. Al principio hubo reparos entre los dos por el bebé, pero cuando se durmió lo intentaron. Y Patricia pudo desterrar de su ser esa fobia que tuvo hacia el contacto humano. Ángel es su salvador.


Patricia se da la vuelta hacia el lado de la cama donde duerme Ángel, pero está vacío. Se incorpora, seria. Una nota en la almohada.


Por si te despiertas antes de que vuelva. He ido a comprar algo para el desayuno. Vuelvo enseguida. "Teu des d'ahir". Ángel.


Patricia se deja caer, sonriendo, estrechando la nota en su pecho. Sonríe igual que antes. O incluso más. Comienza a patalear. Se calma. Se tapa con la sábana. Debajo de ella, mira la nota. La letra, la caligrafía, la firma... Todo le parecía hermoso. Sólo quedaba una cosa: que él la dijera algo en catalán. Realmente, ella ya le había oído hablar en catalán, pero era en el programa: en algún momento en que a él le tocaba decir algo en catalán, o cuando le oía hablar por teléfono con su familia, o alguna vez que ella le pilló hablando en catalán con Dani. En aquellos momentos, no le dio importancia, pero ahora se derretía porque la susurrara algo al oído. Pero nada de decirla "calçot", "pantumaca", "barça" o "petó". No. Ella lo que deseaba era que le dijera cosas como lo de la carta. "Teu des d'ahir". Se imaginaba a Ángel diciéndoselo al oído, y se sonrojaba como una tonta. Pero el timbre de la puerta la hace volver a la realidad.

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