sábado, 20 de febrero de 2010

CAPITULO 64

Patricia le miraba a los ojos. Se perdía en esas pupilas que tanto la han cautivado. Ángel la abrazaba fuertemente entre sus brazos. Se estaba dejando hipnotizar por su mirada color café. Llevaban horas sin decirse nada, tan sólo abrazándose, en la cama, mirándose a los ojos. De repente, ese silencio tan embaucador fue roto por un lloro. Los dos cierran los ojos y sonríen. Patricia se levanta, pero Ángel la retiene.

- Tengo que levantarme.

- Déjale, ya se cansará.

- De verdad, Ángel,- se deshace de su abrazo -. Si no se le calma ahora, no parará en toda la noche.

Patricia se levanta de la cama y acude junto a la cuna que había al lado. Toma al bebé entre sus brazos y lo pasea por la habitación mientras tararea una sencilla canción.

- Veo que te gustó mi regalo...,- contesta Ángel desde la cama, boca arriba.

- No es que me gustara,- responde ella, meciendo al pequeño -. Es que oírte tocando esa canción en tu teclado día sí y día también, a todas horas, pues, quieras o no, se queda.

El niño no cesa de llorar, para desesperación de su madre. Ángel, complaciente, se levanta de la cama y acude junto a una silla, en cuyo respaldo descansaba la chaqueta de un traje. Busca en los bolsillos. Saca su móvil y, mientras mira por la pantalla y teclea los botones, se dirige junto a Patricia. Se pone a su espalda, de forma que el bebé le mire de frente. Le enseña el móvil al tiempo que suena una canción y mueve graciosamente el móvil. El bebé cambia el sollozo por una sonrisa. Poco después, se duerme. Patricia lo deja con cuidado en la cuna. Los dos lo miran absortos. Ángel apaga la música.

- Me alegro de haber dado este paso,- responde Ángel, sin desviar la mirada del pequeño -. Compartir el resto de mi vida contigo, Paty, y con tu hijo...

- Oye, que ahora es de los dos, ¿eh?,- le interrumpe Patricia, sarcástica. Ángel responde con una sonrisa de oreja a oreja.

- Lo sé, lo sé...,- la toma de la muñeca y la abraza -. Y sigo diciendo que jamás me arrepentiré de lo que hemos hecho esta mañana.

- Ni yo,- Patricia le acaricia la mejilla. Se besan.

- ¡Por cierto!,- exclama de repente él -. No te he dicho aún lo radiante y hermosa que estabas esta mañana con tu vestido de novia. Tan blanco... Y emperifollado... Con tu velo... Y las flores en tus manos...

- Tú tampoco estaban mal en traje de chaqué...,- responde Patricia, sonrojada.

- Y pensar que todos estos años que trabajamos juntos te metías conmigo porque te parecía feo...

- Oye, que eran cosas del guión...

- Lo sé. Y espero que no fueran cosas del guión aquella conversación mental que tuviste con Berta sobre mí...

- ¿Cuál?

- Ya sabes... Os metíais conmigo, pero luego pensabais que no estaba tan mal, que tenía un culo prieto...,- Ángel en ese momento da un respingo. Mira a Patricia asustado. Ésta le mirada lasciva.

- Y es verdad que está prieto... Y no digas que es cosa del traje porque, mírate, estamos desnudos,- ríen y se abrazan.

- Lo que sí me dio un vuelco el corazón fue lo de Berta...

- Sí. Pero gracias a Dios no pasó a mayores.

- Entre el embarazo tan avanzado que tiene, y el calor que hacía en el juzgado, normal que se desmayara.

- Y sin ella, ¿quién haría de testigo de la boda? Porque te recuerdo que sólo estábamos nosotros dos, Berta y Dani...

- Y nuestros hijos. El nuestro y el de Berta y Dani. Y seguro que algún reportero...,- Ángel desvía la agresiva mirada. Patricia le vuelve el rostro.

- No pensemos en eso ahora, ¿vale?,- Ángel recupera la sonrisa. Se vuelven a besar.

- Te quiero, señora de Martín Gómez.

- Te quiero, señor de Conde Galindo.

Y se vuelven a meter en la cama, para continuar abrazados y mirándose a los ojos.

1 comentario:

  1. Soy xXNaat96Xx, que rapido ha pasado todo....
    ¡Mierda ya está acabando la historia!
    Genial aunque con algún fallillo pero te enganchas al máximo.

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