jueves, 25 de febrero de 2010

CAPITULO 68

Berta lleva a Patricia, llorosa, a sentarse en el sofá del salón. El pequeño está sentado en el suelo, jugando con lo que tiene a mano. Berta intenta calmar a su amiga.

- Tranquila Patricia,- le dice suavemente -. Seguro que se ha entretenido.

- No, Berta. Se ha ido. Me ha dejado esta mañana una nota...,- Berta hace una mueca de sorpresa.

- ¿Y qué decía?

- Simplemente que bajaba a comprar algo para el desayuno.

Berta suspira aliviada.

- ¿Lo ves, tonta? No dice nada de abandonarte...

- ¡Sí, sí que lo dice!

- ¿Cómo?

- Es como antiguamente, que te decían que bajaban a por tabaco y nunca más regresaban. Sólo que Ángel cambia el tabaco por el desayuno... Pero es la misma estrategia...

Berta se levanta de repente del sofá, muy decidida. Patricia le mira, entre sorprendida e indiferente. La ve cómo va a por su bolso y busca dentro al tiempo que sale del salón y cierra la puerta. Se la oye hablar en susurros.

Patricia posa su mirada en su hijo. Sigue con sus juegos, desconectado de lo que ocurre. Patricia le mira, entre tierna y rencorosa.

- Tú,- piensa -. Tú, que me has dado la alegría también me das la tristeza. Tú, que has hecho que Ángel se enamorara de mí y se quedara a mi lado has hecho también que se aleje. Tú, nacido de mis entrañas, no te reconozco como hijo mío.

El niño se da cuenta de la mirada de su madre y la ve. Al principio no reacciona, pero termina sonriendo a su madre, inocentemente. Vuelve a sus juegos. Patricia deja que el rencor se apodere de ella y odia en su mente a su propio fruto.

- Has hecho que Ángel y yo vivamos los momentos más felices de nuestras vidas,- continúa la rubia -, pero también nos recuerdas los peores momentos. Desearía que jamás hubieras existido y así Ángel no se habría alejado de mí. Maldito bastardo. Ojalá nunca hubieras nacido.

Minutos más tarde, Berta sale del baño, hablando por el móvil.

- ¿Está segura...?... Fíjese bien, por favor... Es un hombre blanco, treinta y dos años, 1.60 de altura, pelo muy corto, con entradas... Responde al nombre de Ángel Martín... ¿Seguro que no...?...De todas formas, muchas gracias...,- cuelga entristecida. Se dirige al salón -. Patricia, he llamado a todos los hospitales de Madrid y, gracias a Dios, no ha ingresado nadie que...,- entra en el salón. Está desierto -. ¿Patricia?,- mira en el resto de habitaciones. Nada -. ¿Patricia?,- el tono de voz de Berta cada vez es más desesperante. Al volver al salón, ve la puerta principal sin cerrar.

- Patricia,- piensa -. ¿Dónde estás?

CAPITULO 67

Patricia miraba su reloj, sorprendida. Era verdad. Hacía más de cuatro horas que no sabía nada de Ángel. ¿Acaso se habrá entretenido? Se levanta del sofá y mira por la ventana. Su coche aún seguía aparcado delante de la casa. Corre a la habitación y coge el móvil. Berta y Dani la siguen.

- ¿Estás bien, Paty?

Patricia no contestaba. Estaba inmersa en marcar un número. Se lleva el móvil a la oreja. Primer tono. Patricia miraba a su hijo, en la cuna, remoloneando. Comienza a despertar. De repente, se oye una característica música. Patricia fija su mirada en Berta, delante de ella. Patricia sale con prisas de la habitación. Dani la sigue. Berta toma al bebé en brazos y les sigue. Patricia sigue el sonido hasta un mueble a la entrada de la casa. Al lado de un cuenco, donde reconoce las llaves de Ángel, vibra otro móvil. Patricia cuelga su móvil. Se queda mirando el segundo teléfono, triste. Dani y Berta llegan a su lado.

- ¿Qué pasa, Paty? ¿Qué es lo que ocurre?

Patricia derrama una lágrima y luego les mira. Las lágrimas que aguardaban su turno para salir hacían brillar angustiosamente sus ojos.

- Se ha ido...,- susurra.

- ¿Quién?

- Ángel. Se ha ido,- y explota. Dani la abraza para consolarla. Patricia se desahoga en su cazadora. Dani se vuelve a Berta y, con un gesto de la cabeza, le indica que se vaya al salón. El niño no debe saber que su madre está triste. Dani separa a Patricia de sí y le mira fijamente a los ojos.

- ¿Por qué dices eso, Paty? ¿A qué viene eso de que Ángel se ha ido?

- No lo soportó más y se ha ido...

- Pero, ¿qué?

- No soporta que mi hijo no sea su hijo también.

- No es verdad. Y lo sabes.

- Sabe que mi hijo es fruto de su error, de su cobardía. Si él hubiera reaccionado a tiempo...

- Paty, escucha. Ángel hizo lo que pudo y más aquella noche. Y ya le viste cómo te trató desde entonces. Como una reina. Además, siempre te ha cuidado como si tu hijo también fuera suyo. Ángel es mi amigo desde siempre. No le creo capaz de tan vil canallada. Ya verás cómo se ha entretenido en algún sitio.

- No, Dani... Estoy segura de que me ha dejado porque no soportaba cuidar de un bebé como si fuera suyo si en realidad no compartían la misma sangre.

Dani toma fuertemente a Patricia de los hombros y la zarandea.

- Paty, deja de decir esas cosas, ¿me oyes? Te acabo de decir que conozco muy bien a Ángel, y pongo la mano en el fuego por él de que antes de abandonaros habría preferido la muerte. Me juego el cuello. Es más,- la suelta -, ahora mismo voy a buscarle, aunque tenga que remover, piedra a piedra, todo Madrid.

Dicho esto, Dani toma el móvil de Ángel y sus llaves y sale por la puerta.

lunes, 22 de febrero de 2010

CAPITULO 66

Patricia corretea alegremente por la casa hasta llegar a la puerta. Con una sonrisa que no la cabía en la cara, abre la puerta, pero esa sonrisa al momento desaparece.

- ¡Hija! ¡Qué recibimiento, por Dios! ¡Los esquimales son menos fríos!,- Patricia se queda inmóvil -. ¿Puedo pasar?

Patricia asiente cabizbaja. Saluda a su invitada con unos besos y cierra la puerta.

- ¿Se puede saber qué te pasa?,- se sienta en el sofá del salón

- Perdona, Berta. Es que pensaba que eras Ángel...

- Ah, pero... ¿No está?

- Ha ido a comprar algo para el desayuno. Y estaba pensando en nosotros dos, y, al oír la puerta, pensaba que eras él...

- E ibas a comértelo,- le interrumpe su amiga. Le acaricia el cabello -. No te preocupes. Vendrá en un momento... ¡Ay, ojalá tuviera yo un hombre como Ángel!

- ¡Berta!,- a Patricia se le subió el rubor.

- Sí, que vaya temprano por la mañana a comprar el desayuno, me cuide y me mime...

- ¿Dani no es así?

- No mucho, chica. Sí que está siempre encima mío por lo del embarazo y eso, pero... ¿seguirá igual cuando el niño nazca?,- Berta mira su abultado vientre.

- Si te ama, seguro que sí,- Patricia la toma de las manos. Las dos sonríen.

- Eso espero.

- Oye, ¿y Dani?

- Pues buscando sitio para aparcar. Es que, chica, os habéis venido a un barrio muy malo para aparcar. Está todo lleno de coches.

Patricia y Berta siguieron conversando toda la mañana. Dani apareció poco después. Los tres hablaron entre ellos de todo un poco, pero, sobre todo, del bebé. Del de Patricia y Ángel y del de Berta y Dani. Patricia les miraba a los dos. No sabe de dónde se sacó esa idea Berta. Si Dani se ve a la legua que la ama con todo su ser. Siempre atento a ella, no dejándola apenas moverse. Si Berta necesitaba algo, él iba raudo y veloz a por ello, aunque fuera algo que ella misma tuviera al alcance de la mano.

Así se pasaron toda la mañana hasta que se oyeron dar las dos de la tarde.

- ¡Qué tarde es ya!,- exclama Berta, levantándose -. Nos vamos a casa a comer. Os dejamos solos. Ya hablamos luego.

- Quedaos a comer, que no pasa nada.

- No queremos molestaros...

- Si no es molestia...

Patricia les acompaña hasta la puerta.

- Dale recuerdos a Ángel,- responde Dani.

Patricia se sorprende. ¿Ángel?

- ¡Es cierto!,- exclama Berta -. ¿A dónde ha ido, que no ha aparecido en todo el día?

sábado, 20 de febrero de 2010

CAPITULO 65

Patricia despertó hecha un ovillo, abrazada a la almohada. Hacía mucho que no dormía tan bien. Quizá ayudó también el haberse pasado la noche anterior en vela por los nervios de la boda. Por ello cerró los ojos y sonrió, sonrió tan estúpidamente que se dio cuenta de ello y ahogó una risilla. Se resistía a abrir los ojos. A pesar de la luz que se colaba por la ventana, ella no quería abrirlos, por miedo a que todo hubiese sido un sueño. Cuando se animó a ello, vio la cuna de su hijo. Éste dormía plácidamente. Volvió a tener esa mueca tan ñoña en su rostro. ¿Por qué, cuando eres feliz y estás enamorada, pareces tan tonta? Son cosas del amor. Es como si vivieras en una nube. Una nube que desaparece bajo tus pies cuando lo que vives se deshace. Por eso Patricia se negaba a moverse, por si todo fuera aún un sueño, aunque estaba segura de que su hijo era real.

Tras la cuna pudo adivinar el traje de Ángel, colgado y colocado en la silla. Con la camisa y la chaqueta colgando del respaldo, y el pantalón, cuidadosamente doblado, en el asiento. La corbata encima. Patricia sonríe recordando las veces que le regañó durante la ceremonia.

- Estate quieto, Ángel...,- le susurraba cada dos por tres.


- No puedo,- respondía él, mientras el juez seguía leyendo -. Nunca he soportado los trajes,- e intentaba aflojarse la corbata y desabrocharse el cuello de la camisa.


Finalmente, Ángel logró llevarse el gato a agua.


- Sin duda, estamos hechos el uno para el otro,- piensa ella, sin perder de vista la silla.


Todavía no podía quitarse la imagen de la cabeza. Ver a Ángel, de traje, en una ceremonia tan íntima y solemne como es una boda, su propia boda. No tiene precio. Serio a la par que nervioso. Parecía tan desvalido... Sin embargo, ella estaba preciosa. Ya se lo recalcó anoche Ángel. Y era cierto, a pesar de que ella es modesta. Y Ángel, a pesar de parecer una parodia de novio, también estaba muy guapo. Guapo y tierno. Sin duda, hizo una muy buena elección.


Patricia hunde su cabeza entre sus brazos y aspira profundamente. Su cuerpo aún olía a él. Y eso la gustaba. Por fin, después de un año desde el suceso, pudo entregarse enteramente a Ángel. Al principio hubo reparos entre los dos por el bebé, pero cuando se durmió lo intentaron. Y Patricia pudo desterrar de su ser esa fobia que tuvo hacia el contacto humano. Ángel es su salvador.


Patricia se da la vuelta hacia el lado de la cama donde duerme Ángel, pero está vacío. Se incorpora, seria. Una nota en la almohada.


Por si te despiertas antes de que vuelva. He ido a comprar algo para el desayuno. Vuelvo enseguida. "Teu des d'ahir". Ángel.


Patricia se deja caer, sonriendo, estrechando la nota en su pecho. Sonríe igual que antes. O incluso más. Comienza a patalear. Se calma. Se tapa con la sábana. Debajo de ella, mira la nota. La letra, la caligrafía, la firma... Todo le parecía hermoso. Sólo quedaba una cosa: que él la dijera algo en catalán. Realmente, ella ya le había oído hablar en catalán, pero era en el programa: en algún momento en que a él le tocaba decir algo en catalán, o cuando le oía hablar por teléfono con su familia, o alguna vez que ella le pilló hablando en catalán con Dani. En aquellos momentos, no le dio importancia, pero ahora se derretía porque la susurrara algo al oído. Pero nada de decirla "calçot", "pantumaca", "barça" o "petó". No. Ella lo que deseaba era que le dijera cosas como lo de la carta. "Teu des d'ahir". Se imaginaba a Ángel diciéndoselo al oído, y se sonrojaba como una tonta. Pero el timbre de la puerta la hace volver a la realidad.

CAPITULO 64

Patricia le miraba a los ojos. Se perdía en esas pupilas que tanto la han cautivado. Ángel la abrazaba fuertemente entre sus brazos. Se estaba dejando hipnotizar por su mirada color café. Llevaban horas sin decirse nada, tan sólo abrazándose, en la cama, mirándose a los ojos. De repente, ese silencio tan embaucador fue roto por un lloro. Los dos cierran los ojos y sonríen. Patricia se levanta, pero Ángel la retiene.

- Tengo que levantarme.

- Déjale, ya se cansará.

- De verdad, Ángel,- se deshace de su abrazo -. Si no se le calma ahora, no parará en toda la noche.

Patricia se levanta de la cama y acude junto a la cuna que había al lado. Toma al bebé entre sus brazos y lo pasea por la habitación mientras tararea una sencilla canción.

- Veo que te gustó mi regalo...,- contesta Ángel desde la cama, boca arriba.

- No es que me gustara,- responde ella, meciendo al pequeño -. Es que oírte tocando esa canción en tu teclado día sí y día también, a todas horas, pues, quieras o no, se queda.

El niño no cesa de llorar, para desesperación de su madre. Ángel, complaciente, se levanta de la cama y acude junto a una silla, en cuyo respaldo descansaba la chaqueta de un traje. Busca en los bolsillos. Saca su móvil y, mientras mira por la pantalla y teclea los botones, se dirige junto a Patricia. Se pone a su espalda, de forma que el bebé le mire de frente. Le enseña el móvil al tiempo que suena una canción y mueve graciosamente el móvil. El bebé cambia el sollozo por una sonrisa. Poco después, se duerme. Patricia lo deja con cuidado en la cuna. Los dos lo miran absortos. Ángel apaga la música.

- Me alegro de haber dado este paso,- responde Ángel, sin desviar la mirada del pequeño -. Compartir el resto de mi vida contigo, Paty, y con tu hijo...

- Oye, que ahora es de los dos, ¿eh?,- le interrumpe Patricia, sarcástica. Ángel responde con una sonrisa de oreja a oreja.

- Lo sé, lo sé...,- la toma de la muñeca y la abraza -. Y sigo diciendo que jamás me arrepentiré de lo que hemos hecho esta mañana.

- Ni yo,- Patricia le acaricia la mejilla. Se besan.

- ¡Por cierto!,- exclama de repente él -. No te he dicho aún lo radiante y hermosa que estabas esta mañana con tu vestido de novia. Tan blanco... Y emperifollado... Con tu velo... Y las flores en tus manos...

- Tú tampoco estaban mal en traje de chaqué...,- responde Patricia, sonrojada.

- Y pensar que todos estos años que trabajamos juntos te metías conmigo porque te parecía feo...

- Oye, que eran cosas del guión...

- Lo sé. Y espero que no fueran cosas del guión aquella conversación mental que tuviste con Berta sobre mí...

- ¿Cuál?

- Ya sabes... Os metíais conmigo, pero luego pensabais que no estaba tan mal, que tenía un culo prieto...,- Ángel en ese momento da un respingo. Mira a Patricia asustado. Ésta le mirada lasciva.

- Y es verdad que está prieto... Y no digas que es cosa del traje porque, mírate, estamos desnudos,- ríen y se abrazan.

- Lo que sí me dio un vuelco el corazón fue lo de Berta...

- Sí. Pero gracias a Dios no pasó a mayores.

- Entre el embarazo tan avanzado que tiene, y el calor que hacía en el juzgado, normal que se desmayara.

- Y sin ella, ¿quién haría de testigo de la boda? Porque te recuerdo que sólo estábamos nosotros dos, Berta y Dani...

- Y nuestros hijos. El nuestro y el de Berta y Dani. Y seguro que algún reportero...,- Ángel desvía la agresiva mirada. Patricia le vuelve el rostro.

- No pensemos en eso ahora, ¿vale?,- Ángel recupera la sonrisa. Se vuelven a besar.

- Te quiero, señora de Martín Gómez.

- Te quiero, señor de Conde Galindo.

Y se vuelven a meter en la cama, para continuar abrazados y mirándose a los ojos.

viernes, 19 de febrero de 2010

CAPITULO 63

Patricia no se podía creer lo que estaba escuchando. Ángel estaba adoptando a su hijo como propio. Pero había algo más en esa afirmación, algo que Patricia entendió a la primera, pero no quería comprender. Más bien, quería oírlo de la boca de Ángel.

- ¿Qué me quieres decir, Ángel?

- ¡Paty!,- Ángel no salía de su asombro.

- Dímelo, Ángel,- Patricia fingía muy bien el no comprender nada.

- ¡Oh!,- Ángel mueve los brazos desesperado al tiempo que camina sin rumbo por la habitación -. Eres desesperante...

- Ángel...,- Patricia no apartaba la vista de él.

- Patricia. Ya sabes a lo que me refiero. No me lo hagas decírtelo, porque no puedo, no voy a poder. No seré capaz de decirlo.

- Si te armas de valor seguro que sí,- Patricia mira al bebé, dormido en su cuna. Ángel la mira. Luego mira al bebé. Se acerca a la cuna. Sonríe.

- Me gustaría cuidarle siempre,- susurra -. Quiero verle gatear por la casa, quiero ser testigo de sus primeros pasitos, de su primera palabra. Quiero verle reír. Quiero darle el biberón. Quiero que me despierte por la noche con sus llantos. Quiero enseñarle a leer, a escribir. Quiero que me enseñe sus notas del colegio y castigarle por suspender. Quiero hablar con él de chicas. Quiero que me coja el coche sin permiso. Quiero que se escape de casa por la noche cuando le castiguemos. Quiero enfadarme con él por llegar tarde, borracho y fumado. Quiero que nos mande a la mierda y diga que no le entendemos. Quiero, en definitiva, que sea mi hijo.

- Pues hay un sólo camino para ello,- responde Patricia, mirándole a los ojos. Ángel le mira a ella. Primero asombrado, luego avergonzado. Baja la mirada -. Dímelo, Ángel. Dímelo y te aseguro que todo lo que deseas se hará realidad. Dímelo, y serás felizmente infeliz.

- ¿Felizmente infeliz?

- Sí. Discutirás siempre con él cuando sea más mayor, pero porque es lo normal. Dímelo, y te aseguro que se te cumplirá tu deseo.

Ángel mira al bebé en silencio. Patricia alterna sus ojos entre Ángel y el bebé. Ángel acaricia la dulce cara del neonato, sonriendo.

- Si de verdad quieres a mi hijo,- continúa ella -, la única posibilidad es la adopción... Aunque si coger este camino, debes aceptar una condición...

Ángel sigue en silencio, mirado al pequeño.

- Patricia,- la voz del catalán pendía de un hilo. Mira a Patricia -. ¿Quieres casarte conmigo?

miércoles, 17 de febrero de 2010

CAPITULO 62

Patricia abre los ojos lentamente. El sol acertó en su rostro. No recuerda nada. Lo último, que rompió aguas. Después, todo borroso y muy confuso. Al tratar de incorporarse en la cama, nota un gran pinchazo en su vientre.

- ¡Paty!,- Berta corre a su lado a abrazarla y besarla -. ¿Qué tal te encuentras?

- Bueno... No siento nada de cintura para abajo...

- Normal. Después de sacar de tu cuerpo tres kilos de niño...

- ¿Qué tal está?,- comenzó a preguntar nerviosa -. ¿Dónde está?

- Tranquila,- Berta la tranquiliza -. Todo ha ido bien...

Patricia mira al lado de la cama. Y ahí estaba él, sentado en la silla, con el bebé acunado entre sus brazos. Patricia le ve y derrama una lágrima. Era, sin duda, una imagen para el recuerdo.

- Menudo hombre que es Ángel ¿eh?,- le susurra su amiga, sin dejar de mirarlo, absorto en el bebé. Patricia sonríe. Ángel se da cuenta y la mira, sonriendo.

- Sí,- responde entrecortadamente Patricia. Se vuelve a Berta -. Oye, que Dani tampoco es moco de pavo...

- Ya veremos si tienes razón,- Berta se acaricia el vientre -. Cambiando de tema, ¿no se te ha adelantado un poco? Porque tú salías de cuentas la semana que viene, ¿no?

- Dentro de diez días. Pero parece que él quería salir ya... Y yo no podía retenerle más tiempo.

- Tan impetuoso como su madre,- responde Ángel.

- Por cierto,- Berta continúa -. ¿Cómo le vais a llamar? Porque antes, una enfermera nos lo preguntó para hacer los papeles, y Ángel le dijo que lo hablaría contigo.

- Había pensado en llamarle Ángel,- Patricia miraba al catalán.

- ¡Como su padre!,- exclama Dani, quien había entrado instantes antes. El resto le mira, petrificados. Patricia sorprendida, Ángel asustado, Berta furiosa -. ¿He dicho algo?

- Vámonos,- Berta le toma del brazo y salen del cuarto al tiempo que le susurra -. Ya hablaremos en casa...

Patricia y Ángel se quedan unos instantes mirando la puerta cerrada. Patricia reacciona y mira a Ángel.

- Ángel...,- Ángel la mira a los ojos por un segundo, esquivando luego la mirada hacia el bebé -. ¿Qué ha querido decir?

- Verás, Paty... Cuando la enfermera pidió los datos del bebé, quiso saber el nombre del padre. Yo acabé en un mar de dudas. La cabeza me decía que respondiera "padre desconocido", pero mi corazón...,- Ángel se queda en silencio, mirando al bebé. Se levanta y lo deja suavemente en la cuna al lado de la cama. Se sienta en la cama y toma a Patricia de las manos -. Paty. Yo te amo. Te amo con locura. Sé que ese bebé fue fruto de algo que recordaremos siempre como una pesadilla. Sé que no es sangre de mi sangre, pero te prometí y te prometo que lo cuidaré como si lo fuera.

- Ángel, ¿qué quieres decirme?

- Éste es tu hijo… Nuestro hijo,- señala la cuna -: Ángel Martín Conde.

martes, 16 de febrero de 2010

CAPITULO 61

Ángel no despegaba su cara de la mampara que le separaba del hijo de Patricia. Una enfermera lo estaba examinando. Ángel le miraba atentamente. Le veía tan frágil... Sin duda, era hijo de Patricia. Tenía los mismos ojos y la misma nariz que ella. El bebé no paraba de llorar mientras la enfermera, llena de paciencia, le aseaba y plasmaba en un papel sus diminutas huellas, sus datos de nacimiento. Alguien le hace volverse.

- ¿Quieres que traiga una fregona?

La primera reacción de Ángel es abrazarse a su amigo. Éste nota cómo solloza. Dani le aparta mientras mira a todas partes.


- Aquí no, que nos pueden ver...


Ángel se seca las lágrimas y sonríe.


- ¿Qué tal está Paty?,- pregunta Berta. Ángel la abraza, más suavemente.


- Está ya en planta. Se ha desmayado después del parto. Ha sido agotador, pero ya pasó todo. No puedo verla ni hablarla hasta que se despierte. Y pueden pasar horas,- Ángel estaba nervioso. No sabía qué hacer con las manos. Dani le rodea por los hombros mientras mira por la mampara. Berta también observa a la enfermera mientras deja al bebé en una cuna transparente. Un papel en la cabecera pone el nombre de la madre: Patricia Conde Galindo. Ángel mira al suelo.


- Es una monada de bebé,- susurra Berta.


- ¡Mira!,- exclama Dani -. ¡Si tiene los ojos de su padre!,- Dani se vuelve a Ángel, con esa sonrisa tan socarrona, firma de la casa. Ángel le responde mirándole con ojos de basilisco.


- Está para comérselo,- a Berta le hacían chiribitas los ojos.


- Pues ya sabéis...,- responde Ángel, mirando a su amigo de reojo.


- En eso estamos,- responde Dani, sonrojado, abrazando a Berta por la cintura, mirándose a los ojos, sonriendo, y posando su frente en la de ella. Al poco, bajan los dos la mirada al vientre de Berta.


- ¿Cuánto...?


- La semana que viene hará cuatro meses,- responde Berta, acariciándose el vientre, arqueando la espalda hacia delante, mostrando su vientre hinchado. Dani se pone detrás de ella, abrazándola y frotando suavemente sus manos en el vientre de ella.


- Todavía os queda casi medio año...


- Tengo unas ganas de que salga ya...,- responde Berta.


- Y cuando sea el momento no querrás que salga de "ahí".


Los tres miran en silencio al bebé, quien, ya calmado, duerme plácidamente. La enfermera sale de la sala y se dirige a Ángel.


- Disculpe, ¿saben ya el nombre del bebé?


- Verá... Aún no está decidido. Y prefiero esperar a que Patricia despierte para comentarlo...


- De acuerdo... Por cierto, ¿cuál es el nombre del padre?


- ¿Del... padre?,- Ángel abre los ojos, sorprendido. No sabe qué responder. Mira a la enfermera, bolígrafo en mano, dispuesta a rellenar el espacio en blanco que hay en el informe que tiene entre sus manos. Ángel se vuelve hacia sus dos amigos. No responden. Ángel vuelve a la enfermera.


- ¿Y bien?


- El... el nombre del padre...,- tartamudea.

lunes, 15 de febrero de 2010

CAPITULO 60

- ¡Tranquila, Patri!,- exclama jadeante Ángel.

No se separa de ella, de la camilla, de su mano. Ángel está corriendo, siguiendo a duras penas la marcha de los enfermeros. Patricia llora, asustada y dolorida. No quiere soltarse de su amado. Otro grito de la vallisoletana.

- ¡No pienso abandonarte!,- sigue gritando él.

- ¡Ángel! ¡Ángel!,- es lo único que puede decir Patricia.

Las luces del techo pasan como un suspiro por encima del tropel. La gente logra apartarse a tiempo de la carrera por los pasillos. Pasan por puertas que se abren ante el trote de los médicos, vestidos ya con sus características batas verdes, sus gorros de plástico, y con las mascarillas blancas bajo el mentón. De repente uno de los enfermeros logra soltar a Ángel y se queda con él en el resquicio de una puerta.

- Lo siento, señor,- le responde -. Aquí ya no puede pasar.

Ángel mira, impotente, cómo se la llevan por el interminable pasillo, viendo cómo desaparece al pasar por otra enésima puerta.

- ¡Quiero, tengo, que estar junto a ella!

- Lo siento, pero no se puede pasar de aquí,- el enfermero se vuelve para seguir a sus compañeros, pero Ángel le retiene del brazo. No hizo falta que hablara; su mirada triste y nerviosa se explicaba como un libro abierto. El enfermero quedó tan cautivado por tan sensible semblante que tomó al cómico de la muñeca y lo llevó por el pasillo.

Mientras corren por él, Ángel nota cada vez más cerca los gritos de angustia y dolor de Patricia. El corazón le latía cada vez más rápido. Parecía que se le fuera a salir del pecho. El enfermero le lleva a un cuarto, donde le entrega una vestimenta parecida a la suya. Muy torpemente, logra ponérsela, corriendo hasta la gran sala donde estaba ella, con el rostro empapado de sudor. Los gritos de Patricia helaban la sangre. Ángel corre junto a ella, tomándola fuertemente de las manos. Patricia pierde algo del miedo que la estaba apoderando y cambia su dolor por fuerza. Obedece al médico que estaba a sus pies. El ajetreo de su rededor se desvanece. Sólo están ellos dos con el médico.

- ¡Siga!,- impera el médico -. ¡Lo está haciendo muy bien, señorita! ¡Una vez más! ¡Sólo una vez más!

Patricia recolecta toda la fuerza que le quedaba en su cuerpo y realiza un último esfuerzo, premiado con un agudísimo llanto. El médico se incorpora mientras una enfermera cubre con una manta lo que el médico lleva entre sus brazos. Ángel sonríe, ríe y llora. No lo puede evitar.

- ¡Ya está!,- exclama -. ¡Ya está! ¡Patricia! ¡Lo conseguiste!

Mira a Patricia. Yace en la cama. Nervioso, la llama a gritos. No despierta. El médico la examina rápido. Más calmado, pone una mano en el hombro del catalán.

- Tranquilo. Se ha desmayado por el esfuerzo. Será mejor dejarla reposar. Ha sido un parto exhaustivo.

Ángel se agacha junto a Patricia y la besa en la frente.

- Descansa, el meu amor,- susurra.

sábado, 13 de febrero de 2010

CAPITULO 59

Patricia abre los ojos suavemente. La pesadilla que acaba de tener la ha desvelado. Pero no era una pesadilla fuerte; por eso se despierta lánguidamente, sin sobresalto alguno. Apenas logra percibir nada de su alrededor, salvo los finos rayos del sol matutino que se colaban por la persiana. Gira su cabeza para ver el despertador. Hacía pocos minutos que dieron las diez de la mañana. Suspira. De repente, se acuerda de su amiga. Quiere llamarla. Seguro que ya está despierta a esa hora. Tantea sobre la mesilla en busca de su móvil, pero abandona. Abandona por dos motivos: acaba de recordar que su móvil está en el salón, y que ella misma se imagina llamarla y descubrir entonces que Berta está... "ocupada". Patricia imagina el momento. Ella llamando a Berta mientras ésta está con Dani. Esa imagen la hace reír tímidamente, al tiempo que se tapa el rostro con la sábana, avergonzada.

Vuelve a girar la cabeza. Y ahí le ve. Recostado en la silla. Patricia sonríe. Se ensimisma en la imagen que ante ella aparecía. Estaba tan guapo así... Entonces, de su interior, aflora una lágrima, un sollozo. Patricia se tapa con la manta. Intenta acallar ese torrente de sentimientos que empezaba a invadirla. Ángel, a pesar de estar dormido, abre los ojos. Cuando él duerme, ni una guerra en pleno apogeo lograría despertarle, pero un simple sollozo le desveló por completo. Se abalanza sobre Patricia, abrazándola y descubriendo su cabeza del interior de la cama.

- ¡Patricia! ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? ¿Te duele algo?

Patricia le abraza fuertemente, a duras penas abre los ojos, le mira fijamente y logra que su voz esquive la tristeza.

- No pasa nada, Ángel.

- Entonces, ¿por qué lloras?

- Lloro porque soy feliz.

Ángel pone mueca de no entender nada, pero le devuelve el abrazo a su compañera.

- Lloro por Dani y Berta,- le cuenta al oído mientras dura el abrazo -. Lloro por nosotros. Lloro porque ya no podía aguantar más.

- Pues a partir de ahora,- responde él -, vas a guardar esas lágrimas bajo siete llaves, porque no volverás a llorar en la vida mientras yo siga a tu lado.

Tras el abrazo, vuelven a mirarse a los ojos. Ángel retira los mechones que caían sobre el rostro de Patricia. Sonríen. Sonríen dejando ver una mueca entre feliz y triste. Están los dos a punto de llorar... pero de alegría. Ya era hora de que el destino les dejase respirar tranquilos durante un momento. Ángel se mete con ella en la cama mientras la llena el rostro de besos. Baja hasta posar su rostro sobre el vientre de la rubia, abrazándose a ella hecho un ovillo. Parece un bebé... Patricia le acaricia el cabello maternalmente.

- Te lo juro,- susurra Ángel -. Estaré a tu lado siempre.

CAPITULO 58

- ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

Ángel estaba nervioso, peleando con Patricia, quien monopolizaba la mirilla. La rubia presentadora le chistaba.

- ¡Oh, Dios mío!,- exclama susurrante -. ¡Dani se ha arrodillado!

- ¡Déjame ver!

- ¡Y ahora Berta! ¡Los dos están de rodillas!

- Pero, ¿qué más? ¡Qué más!

- Se van. Ya se van...,- de repente, se oye un gran golpe. Patricia lanza un grito, ahogado por sus propias manos. Ángel la mira sorprendido. Patricia ríe.

- Lo sabe,- le dice al enano -. Sabe que les estábamos espiando.

Patricia y Ángel se sonríen. El rubor conquista sus mejillas.

- ¡Eh!,- un grito desde la puerta del salón les reclama -. ¿Dónde está la protagonista?

- ¡Ya voy, Miki!

Patricia y Ángel por fin pueden disfrutar de la fiesta en todo su esplendor. Dani y Berta han vuelto. Patricia está recuperada de su desmayo. Ángel está feliz a su lado. La fiesta avanza hasta la noche. Algunos invitados abandonaron la casa pronto, debido, sobre todo, al directo imperdonable de sus programas. Otros lo hacían por el madrugón que les esperaba al día siguiente. Sin embargo, el ambiente no decayó un sólo instante. Todos charlaban distendidamente. En ciertos momentos hubo halagos a la pucelana. Halagos, abrazos y besos. Muchos besos. Patricia se sentía un poco incómoda, pero, ¡qué diablos! Un día es un día, ¿no?

Y llegó la medianoche, casi sin darse cuenta. En la casa ya apenas quedó gente: Patricia, Ángel, Miki, Paula y Patxi. Acababan de despedir a Mamen, quien no se perdonaría nunca si presentaba las noticias del día siguiente con sueño. Y a Berto también, quien tenía que grabar el programa por la mañana. Todos hicieron un pequeño corro sentados en el sofá del salón. Ángel no conseguía evitar mirar a Patricia. Su mirada brillaba. Brillaba más que nunca. Sin duda, después del susto del hospital, ha vuelto a ser la misma. Al cabo de unos instantes, Patricia se levanta del sofá, pero vuelve a sentarse. Parpadea nerviosa.

- ¿Te ocurre algo?

Todos la miraban preocupados.

- No... no es nada... Tranquilos...,- Patricia se daba aire agitando su mano cerca de su rostro.

- Estás muy pálida.

- No es nada... De verdad... Tan sólo que me ha dado un pequeño mareo, pero estoy bien...,- comenzaba a sudar.

Ángel corre a por una de las pastillas que el médico la recetó, al tiempo que Miki la toma de la mano y Patxi abre la ventana del salón. Paula llena un vaso con agua. Ángel vuelve y le da la pastilla. Patricia se la toma con ayuda del agua. Se recuesta sobre el respaldo del sofá.

- Estoy bien. Tan sólo es que me siento un poco cansada.

Paula y Patxi la besan en las mejillas y se despiden.

- ¿Quieres que me quede?,- pregunta Miki.

- Tranquilo Miki, estoy bien,- le responde Patricia -. Esto se pasa con ocho horas de sueño reparador.

- Yo me quedo Miki,- continúa Ángel -. Tú puedes irte ya a casa.

- Cuídamela bien, ¿eh, Ángel?,- le dice al tiempo que se levanta. Besa a Patricia en la mejilla y se va, con cierto malestar anímico.

- ¿El bebé otra vez?,- le pregunta Ángel, cuando están totalmente solos. Patricia afirma con la cabeza.

- Este niño ya viene dando guerra,- sonríe Patricia.

La ayuda a levantarse y la acompaña hasta la cama. Cuando está metida en la cama, Ángel se niega a meterse con ella. Prefiere quedarse en una silla, vigilando.

viernes, 12 de febrero de 2010

CAPITULO 57

Dani se queda petrificado, con los ojos desorbitados y enrojecido el rostro por la vergüenza. Está de espaldas a esa tercera persona, pero no hacía falta volverse. Reconocería esa voz entre un tumulto. Ángel se vuelve rápido. Y ahí estaban las dos, en el resquicio de la puerta. Ángel se adelanta un par de pasos.

- Berta...

Berta detiene a Ángel con un gesto de la mano al tiempo que es ella quien avanza. Pasa de Ángel, centrándose en llegar hasta Dani. Ángel la observa sin saber cómo reaccionar. Patricia aprovecha para llegar hasta el catalán. Berta se queda a un paso de la espalda de Dani.

- Dani...

- ¿Cuánto has oído?

- Lo suficiente como para hacer desvanecer mis dudas.

- Pero...

Berta se vuelve hacia Patricia. Ésta lee su mirada. Toma a Ángel de la mano y entran en la casa, cerrando la puerta. Berta, al ver la puerta cerrada, mira al suelo y luego a Dani otra vez.

- Dani... Debo pedirte perdón. Perdón por todo. Lo siento, ¿me oyes? Siento haber propuesto esta distancia por lo de Patricia. Pero entiéndelo. Es mi amiga. No podría haber seguido con lo nuestro sabiendo que mi amiga estaba en el hospital...

- También es mi amiga...,- Dani hablaba en susurros.

- ¿Y yo? ¿Yo no soy tu amiga?

- También...

- Entonces, ¿por qué me has despreciado todo este tiempo? He tratado de hablar contigo, pero pasabas de mí. ¿Tanto mal te hice? Perdóname. Tan sólo te pido que me perdones. Que me perdones y me entiendas. Sé que es difícil retomar lo que al principio iba a ser un cuento de hadas, pero no quiero romper nuestra amistad. Eso sí que no quiero perderlo nunca...,- le toma del hombro. Dani baja la cabeza. Se hace un silencio incómodo, amenizado por un suave llanto. Dani se vuelve de repente y atrapa las manos de la extremeña entre las suyas, perdiéndose el uno en las pupilas del otro.

- Berta. Deberías ser tú quien me perdone a mí. Por lo que te he hecho sufrir estos días. Me sentía mal, es cierto, por acabar con lo nuestro. Se me hacía duro tener que trabajar todos los días contigo, a tu lado, después de saborear una pizca de lo que pudo ser. Te comprendo perfectamente, entiendo que prefirieras entregarte a tu amiga antes que a mí, pero... Pero después de lo que vivimos desde aquella velada en el cine, no puedo soportar vivir un sólo día alejado de ti. Créeme si te digo que estos días se me han hecho como cárceles. Berta, te lo suplico,- se arrodilla ante ella, si soltarse de las manos y sin desviar la mirada -, volvamos juntos.

Berta comienza a derramar lágrimas al tiempo que se arrodilla ante Dani.

- Y yo te suplico que no nos separemos nunca,- y se unen en un gran abrazo. Tras unos interminables segundos, se levantan y se marchan del descansillo. Cuando comienzan a bajar las escaleras, Dani se detiene, le indica a Berta que guarde silencio, se queda junto a la puerta de la casa de Patricia y da un gran golpe con el puño. Acto seguido, se oye un grito seco. Dani sonríe.

- Sabía que nos estarían espiando,- piensa mientras sale del portal, abrazado a Berta.

jueves, 11 de febrero de 2010

CAPITULO 56

- ¿Se puede saber qué pasa?,- pregunta Patricia, anonadada, mientras Berta cierra la puerta de la habitación.

- No consigo contactar con Dani,- Patricia la mira asombrada -. Le he llamado estos dos días. He ido a su casa, le he escrito, le he dejado mensajes, pero nada. Además, en los estudios siempre me evita. Creo que le rompí el corazón cuando le dije que lo dejáramos...,- Berta se entristece.

- Dale un tiempo. Recuerda que esto mismo pasamos cuando intentabas ligártelo. Además, ya me he dado cuenta... No le he visto aquí.

- Me odia...,- Berta se sienta en la esquina de la cama, llorando. Patricia se sienta junto a ella y la abraza por los hombros.

- No es verdad.

- Sí. Sí que lo es... No me habla.

- ¡Claro que te hablará! Tú déjame a mí. Le diré a Ángel que hable con él, que te dé una explicación de por qué no te dirige la palabra, y, si tienes razón con tu teoría, que te dé una segunda oportunidad. Porque te la mereces.

- ¿Tú crees que...?,- Berta se calma y la mira a los ojos.

- Por supuesto. Y ahora límpiate esas lágrimas, a ver si va a venir...,- sonríe. Berta se limpia el rostro mientras Patricia la abraza.

Mientras tanto, Ángel sale del salón, hablando por el móvil.

- ¿Cómo...? No... no te oigo... ¿Qué dices...?

- Que tengo que hablar contigo...,- al fin la otra voz se oye clara.

- ¿Y por qué no vienes?

- No quiero encontrarme con ella...

- Estás tonto,- a Ángel le comenzó a salir la vena reñidora.

- Lo sé... Anda, hazme este favor y sal fuera...

- ¿Cómo?

- Que salgas....

- ¿Estás aquí?,- Ángel mira por una ventana.

- Ángel...

- Bueno, vale... Ya salgo...,- al abrir la puerta principal, se encuentra cara a cara con Dani, igualmente hablando por el móvil. Los dos se miran. Se quedan por unos instantes inmóviles. Ángel logra reaccionar -. ¿Pero por qué no has llamado?,- cuelga. Dani también cuelga.

- Perdona que haya montado este paripé, pero es que no quiero encontrarme con Berta.

- ¿Por qué?

- Por... Por todo,- se da la vuelta. Ángel suaviza su rostro, avanza hasta su amigo y le toca el hombro.

- La amas, ¿verdad?

- ¡No sabes tú cuánto!

- Entonces, ¿por qué esta actitud?

- No lo sé...

- Ya sabes que rompisteis por lo de Paty, pero ya está recuperada. ¡Podéis volver a estar juntos!

- No creo que ella quiera...,- un sollozo ahoga su voz.

- Claro que sí quiere... Tan sólo tienes que hablarlo con ella.

- No me atrevo... Por la respuesta que pudiera darme...

- Pues no temas,- una tercera voz se les une.

miércoles, 10 de febrero de 2010

CAPITULO 55

Al día siguiente Patricia fue dada de alta. Su desvanecimiento no requería de más observaciones y pudo irse a casa, no sin que el doctor le recetara antes unas pastillas que no afectarían al bebé. Salió del hospital por su propio pie, junto a Ángel. Ni Berta, ni Dani, ni Miki... Nadie del equipo fue a verla aquel día. Sobre todo Dani, quien no fue a verla en todo el tiempo que estuvo postrada.

- No ha querido venir estos días porque se sentía muy mal,- le dijo Ángel cuando Patricia le preguntó -. No por ti, sino por Berta. Desde que rompieron no quiso venir por si se encontraba con Berta.

Patricia rezaba porque volvieran a estar juntos. Logró convencer a Berta, pero Dani... Dani era más cabezota. Sería difícil, pero estando Ángel con ella lo lograrían. Si ya lo consiguieron una vez, la segunda sería más fácil.

Ángel la llevó a casa. Patricia se sentía triste porque no fue nadie a verla salir del hospital. Sólo Ángel. Pero supuso que no fueron por el programa. Pudieron suspenderlo, aunque también es verdad que la gente preguntaría, y habría millones de rumores... Patricia de deshizo de esos pensamientos. Estaba fuera del hospital. El niño está bien. Ella está bien. Ángel está con ella. Todo es alegría y felicidad.

Llegan a la puerta de su casa. Ángel abre. Todo está en penumbras. Patricia evitaba dar la luz, se imaginaba su piso después de dos o tres días sin limpiar. Ángel no la suelta. Cierra la puerta. Se le notaba nervioso. Patricia sospechaba. La lleva al salón. Enciende la luz. Y...

- ¡¡¡SORPRESA!!!

Y ahí estaban todos. Miki. Berta. Cristina. Jose. Tino. Gonzalo. Alberto... Estaban todos. Incluso Andreu, Wyoming, Usoon, Tania, Mamen, Ricardo, Paula... Estaban todos los compañeros de la cadena. Incluso él. Salió de entre todo el grupo y fue junto a ella.

- Menudo susto que nos has dado a todos,- le dijo, sonriente -. ¡A ver si comemos más!,- y le das dos leves palmaditas en el estómago. El rostro de Patricia se llenó de sudor. Ángel la ve.

- Tranquila,- le susurra -. Les dije que te dio un bajón. No saben nada del bebé.

Patricia mira a Ángel y sonríe. Se vuelve.

- Gracias, Emilio.

Emilio le entrega un pequeño regalo.

- Lo hemos comprado entre todos.

Patricia lo desenvuelve. Una caja. La abre. En su interior no hay más que tornillos, tuercas, chatarra varia... Patricia les mira extrañada.

- Tómate un par cada día al levantarte y ya no te desmayarás más.

Patricia ríe la broma.

La fiesta siguió en un ambiente distendido. Todos hablaban con todos. Incluso Berta se acercó a Patricia para hablar. La interrumpió cuando estaba con Ángel, pero al volverse, vio a Ángel hablando por el móvil y salir del salón. Berta se llevó a Patricia a la habitación.

martes, 9 de febrero de 2010

CAPITULO 54

Patricia se pasó el resto de la noche en vela. Intentó echarse un rato, pero era imposible, más por lo que había pasado que por lo que había dormido. El desmayo..., Dani y Berta..., con lo que les costó a ellos juntarles, y ahora, por un desmayo, se separan. Sin duda, el niño que espera no ha hecho más que darles problemas. Patricia comenzaba a odiarlo, pero veía a Ángel, quien nuevamente se durmió en la silla, y luchaba contra sí misma. Odiaba al niño desde que lo concibió, pero quiere tenerlo. Nunca antes vio a Ángel tan volcado en ella.

El amanecer llegó lentamente. Una enfermera entra con el desayuno. Da lo buenos días a Patricia en silencio, para no despertar a Ángel, pero falla. Ángel se despierta. Pide a la enfermera que le traiga un café, pero Patricia logra convencerle de que baje a la cafetería a tomárselo.

A primera hora llaman a la puerta.

- Qué pronto se ha tomado el café...,- piensa Patricia. La puerta se abre. Primero tímidamente, pero después como un vendaval, entra Berta. Corre a abrazarla. Llora -. Tranquila Berta. Estoy bien.

- Nos diste un buen susto,- la llena el rostro de besos. Se para y mira alrededor -. ¿Y Ángel?

- En la cafetería. Se lo pedí yo,- Berta la mira y sonríe -. Esto... ¿Y Dani?,- el rostro de Berta se oscurece -. Ángel me lo ha contado. ¿Cómo habéis podido...?

- Eres nuestra amiga, y no nos veíamos con fuerzas para seguir con lo nuestro después de lo que te ha pasado...,- una lágrima asoma.

- ¿Nuestro? Así que... ¿Ibais a intentarlo?,- Berta asiente triste -. Pero cuenta, cuenta...,- la indica que se siente en la cama.

- Bueno... Dani es un tipo divertido... ¿Qué te voy a decir? Ya lo ves en el programa. Me lo pasé muy bien con él este poco tiempo... Aparte de ello, también sabe comportarse. Sabe cuándo hay que ser serio y cuándo ser chistoso. Nunca antes había estado tan a gusto con un hombre.

- Pues no lo dejéis por una tontería...

- ¿Una tontería?,- Berta se levanta de un salto enfadada -. ¿Esto es una tontería? Patricia... ¡que estás en el hospital!

- Berta, cariño...,- le toma de la mano.

- ¡No! Lo hemos pasado muy mal ayer.

- Berta. He sido yo quien peor lo ha pasado. Pero deberías alegrarte por mí. ¿No ves que me río de ello? ¡Si estoy bien! ¡El niño también! Estamos todos bien...,- las dos se miran a los ojos. Berta cambia su rostro de la dureza de la roca a la suavidad del algodón. La humedad de sus ojos ayudan en la transformación. Se derrumba -. ¡Berta! No llores... Si ya estamos todos bien...

- Es que, cada vez que lo pienso... Si no hubierais venido a casa, seguro que no te habrías desmayado... Estarías en casa sentada, tan tranquila...

- No te creas. Me podría haber desmayado en casa, al levantarme para ir a la cocina, a la habitación, al comedor... O me habría desmayado en la calle si nos hubiéramos propuesto Ángel y yo a dar un paseo... Escúchame,- toma a Berta de las dos manos -. No lo dejéis. No quiero que mi hijo se enfade con sus padrinos.

Berta mira a Patricia asombrada. Se abalanza sobre ella, la abraza. Las dos sonríen.

- Prométeme una cosa,- Patricia le susurra -. Prométeme que volveréis a estar juntos.

lunes, 8 de febrero de 2010

CAPITULO 53

Patricia abre los ojos. Aquel incesante pitido la había despertado. Parpadea varias veces antes de poder ver el blanco techo. Estaba en una cama. Nota entonces cierto escozor en el dorso de su mano. Se acaricia el dorso, pero nota un pequeño pinchazo. Tiene una sonda. Sigue el tubo al que está enganchada hasta llegar al causante de aquel horrible pitido. Mira a su alrededor. No hay duda. Está en el hospital. El cuarto estaba oscuro. Al incorporarse, siente la espalda dolorida. Se acomoda. Debía de ser ya de noche. La luz fluorescente del pasillo se colaba por la puerta cerrada de la habitación. Las enfermeras del turno nocturno hablaban entre ellas en tono suave. Se oía a lo lejos una radio encendida. La persiana de su habitación estaba echada. Mira sus muñecas, pero la han quitado el reloj.

Está sola en la habitación, nadie comparte la otra cama, pero sí la silla que había a su lado. Patricia sonríe entristecida, más que nada porque no sabe por qué está ahí, aunque... Se levanta de la cama, pero el leve sonido chirriante de los muelles despierta a su acompañante, quien primero reacciona pasivamente, abriendo los ojos y volviéndolos a cerrar al momento, pero ya vuelve a abrirlos al tiempo que se levanta de la silla de un salto. Corre a abrazarla.

- ¡Oh, Patri!,- exclama entre lágrimas -. ¡Menudo susto nos has dado!

- Ángel, ¿qué ha pasado? ¿Qué hora es?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que fuimos a casa de Dani... Y Berta estaba ahí... Y ya todo negro.

- Te desmayaste. Nos dio un vuelco el corazón a todos.

- ¿Cuánto llevo así?

Ángel mira su reloj.

- Son las tres de la mañana. Llevas como ocho horas durmiendo.- Patricia trata de ponerse de pie, pero las piernas le fallan. Ángel la sostiene entre sus brazos -. Será mejor que te acuestes. Aún sigues débil...

Patricia se lleva las manos al vientre.

- ¡El niño! ¡El niño! ¡No lo siento!,- exclama casi fuera de sí.

- Tranquila, el niño está bien...,- Ángel trata de tranquilizarla.

- ¡No lo siento dentro de mí!

- Hazme caso. Al niño no le ha pasado nada.

- Pero, ¿qué me pasó?

- Bueno... El niño tuvo algo de culpa...,- Patricia le interroga con la mirada -. Te dio una bajada de tensión. Por falta de hierro. Algo normal en las embarazadas. Pero bueno, no es nada que no se arregle con un buen plato de lentejas,- Ángel sonríe. Patricia se calma. No sabía por qué, pero siempre que veía a Ángel sonreír, ella notaba como un calor agradable que la envolvía toda entera y la calmaba. Se lleva las manos al vientre. Lo mira. Sonríe. Ese hueco que por unos segundos la había enloquecido, pronto se volvió a llenar. Ya lo volvía a notar. Ya se sentía completa.

- No me digas que llevas toda la noche aquí.

- No te iba a dejar sola,- se abrazan.

- ¿Y Dani y Berta?

- Se han ido a casa,- Patricia sonríe pícara -. Pero cada uno a la suya,- Patricia se entristece -. Han decidido que, por lo que te ha pasado, dejarlo por un tiempo, hasta que te recuperes. Entonces lo retomarán. No quieren relacionar lo suyo con tu desmayo,- Patri nota una lágrima queriendo salir -. Pero no te entristezcas. Tú no tienes la culpa. Ya verás cómo, cuando salgas de aquí, Dani y Berta volverán a estar juntos,- y la da un tierno beso en la mejilla al tiempo que la ayuda a acostarse.

sábado, 6 de febrero de 2010

CAPITULO 52

Y ahí estaba ella. En medio de la habitación, con el cabello alborotado, mirándoles fijamente sin poder reaccionar. Tenía la falda a medio abrochar, la blusa a medio poner, con una manga sin brazo, con un zapato en el pie y otro en la mano. En la otra mano su móvil. Ángel y Patricia la miraban perplejos, pero con la sonrisa comenzando a aparecer en sus rostros. Dani logra adelantarse e interponerse en el campo visual.

- No es lo que pensáis,- contesta a sus amigos, extendiendo los brazos en un vano intento para ocultarla.

- Pues que no hubiera contestado antes por teléfono,- responde Ángel, con cierto halo de victoria.

- Pero esto era lo que queríais, ¿no?,- Berta baja uno de los brazos de Dani, avergonzada. Dani vuelve el rostro hacia ella -. Queríais que Dani y yo acabáramos juntos, ¿verdad?,- Patricia y Ángel se miran entre ellos y luego vuelven a mirar a Berta. Berta mira a Dani. Busca su mano. Dani le toma de la mano fuertemente y sonríe.

- ¿Por eso habéis estado toda la noche despiertos?,- pregunta Ángel.

- ¡No, no, no!,- Dani y Berta exclaman torpemente. Comienzan a hablar los dos a la vez, con cierto tartamudeo.

- De uno en uno...

Dani y Berta se miran. Dani, en un gesto de cabeza, le indica a Berta que sea ella la encargada de dar la explicación. Berta baja el rostro antes de comenzar.

- Veréis... La verdad es que nos hemos pasado la noche en vela, hablando. Simple y llanamente. Hemos hablado de nosotros, de nuestras vidas, nuestras cosas...

- Y hemos descubierto,- continúa Dani, sin soltarla de la mano -, que tenemos bastantes cosas en común...

- Así que hemos decidido probar a ver hasta dónde llega esto.

- Pero, ¿vais en serio?,- pregunta Patricia. Berta asiente. Patricia corre hacia ella y la abraza. Ángel le da un leve golpe con el puño en el hombro a su amigo, a lo que éste responde con sonrojo. Patricia y Berta salen de la habitación, hablando entre ellas. Los dos chicos las siguen.

- Canalla...,- Ángel fuerza a Dani a agacharse, rodeando su cuello con un brazo y frotando enérgicamente su puño en la cabeza de su amigo -. Pero dime la verdad. ¿Al final tú y Berta...?,- no hacía falta que Dani contestara. El sonrojo que cada vez se hacía más visible en su rostro delataba lo que ocurrió esa noche. Ángel vuelve a frotarle la coronilla -. Maleït bribón...

Pero un grito de Berta les hiela la sangre.

viernes, 5 de febrero de 2010

CAPITULO 51

En unos minutos llegaron a casa de Dani. Entre risas, suben las escaleras y pronto se topan con la puerta principal. Tras dudar unos segundos, Ángel pulsa el timbre. Se miran a los ojos, como avergonzándose y recriminándose mutuamente lo que estaban haciendo. Ángel vuelve a tocar el timbre por segunda vez. Un pequeño ruido procedente del interior de la casa les sobresalta primero, y les hace sonreír después. Tras dudar un momento, los dos acercan poco a poco sus oídos a la puerta, quedando cara a cara el uno del otro. No se oye mucho, salvo ciertos cuchicheos y siseos. Un golpe. Un quejido ahogado. Un siseo. Una puerta cerrándose. Unos pasos que se acercan. Se abre la puerta. Patricia y Ángel despegan sus orejas de la puerta a tiempo. El sonrojo comienza a aparecer en sus rostros.

- Hola Dani,- contestan.

- Hola chicos,- Dani estaba acalorado. Tenía los ojos totalmente abiertos, respiraba jadeante, con el pelo totalmente desordenado, con una camisa vieja con un descolorido logotipo de los 90, y unos vaqueros a medio abrochar -. ¿Qué hacéis aquí?

- Venimos a verte,- contesta Ángel, acicalándole el pelo revuelto -. ¿O es que no podemos?

- ¡Sí, sí, claro que podéis!,- Dani seguía sin centrarse.

- ¿Nos vas a dejar pasar o qué?,- Patricia le sigue el juego al enano.

- ¿Ahora?,- Dani mira detrás de él -. Es que tengo la casa patas arriba y...

- Dani, que hemos compartido piso,- Ángel entra. Dani no sabe reaccionar -. No me voy a asustar de nada.

- Ni yo,- responde Patricia, sacándose un pañuelo del bolso y restregando las comisuras de la boca de Dani. Le muestra la suciedad que el pañuelo ha recogido y Dani se sonroja. Tanto o más como el sello femenino que le habían dejado ahí. Dani cierra la puerta y se adelanta al salón, donde Ángel parecía buscar algo.

- Bueno, ¿y qué os trae por aquí?

- Veníamos tan sólo a verte qué tal te encuentras...,- Ángel no le ha mirado en ningún momento.

- Ya veo que tienes muchas ganas de verme,- responde Dani -. Ni siquiera te has dignado a mirarme.

Patri sonríe. Ángel se para y se vuelve a ellos. Acude junto a la rubia y le susurra algo al oído. Patricia se da la vuelta mientras busca en su bolso. Ángel lleva a Dani hasta el sofá.

- Bueno, Dani. ¿Todo bien? ¿Seguro?,- Ángel por fin se vuelve serio. Le está mirando a los ojos.

- Sí, todo bien. De verdad,- Ángel le da la vuelta a las muñecas. Las cicatrices ya no se veían -. Las de mi corazón también han cicatrizado bastante rápido.

- Me alegro por ti, tío,- y se abrazan fraternalmente. Un abrazo que es interrumpido por una melodía. Una melodía procedente de la habitación. Los tres se vuelven. Ángel mira a Patricia, la cual tiene el móvil en la oreja. Dani se queda petrificado. Ángel y Dani se miran por un segundo. Ángel reacciona y corre hasta la puerta. Dani no llega a detenerlo a tiempo. Al llegar a la puerta, Ángel se detiene, cuenta hasta tres mentalmente y abre la puerta de golpe.

jueves, 4 de febrero de 2010

CAPITULO 50

Ángel se sonreía. No sabía si porque el plan había funcionado o por la imagen que se estaba formando en su mente. Dani y Berta. ¿Habrán estado toda la noche...? Ángel pasó de la sonrisa a la carcajada. No se lo podía creer. Aun así, se alegraba por sus amigos. Ahora sólo queda esperar a que se afiance y pase a ser algo más. Pobre Dani... Todo lo que ha pasado, todo lo que ha vivido... Sin duda, Berta era la solución. Después de romper con Elena, después de su decepcionante amor por él, después del hospital... Sí, Berta era lo que necesitaba Dani en ese momento... y en toda su vida.

Ángel sonríe. Tiene un plan. Va a la habitación. Patricia acababa de salir de la ducha y estaba delante del espejo de la habitación, en ropa interior, con el cabello envuelto en una toalla, mirándose detenidamente, centrándose en su vientre, acariciándolo.

- Por fin he hablado con él... ¿Qué haces?

- Ángel...,- Patricia no lograba apartar la mirada de su propio reflejo -. ¿Me seguirías queriendo si estuviera gorda?

- ¿A qué viene eso?,- Ángel se queda inmóvil en el resquicio de la puerta. Patricia sigue absorta en su imagen. Ángel se adelanta y la abraza por la espalda -. Yo siempre te querré, seas una ballena o un junco,- la besa en la mejilla. Se miran en el espejo.

- ¿Crees que se me nota?

- Pues... no lo sé... Diría que sí, porque lo sabemos, pero los demás no sé... Y si se dan cuentan, ¿qué más da?,- la voltea para mirarla a los ojos -. Ese será el momento en que haya de decirlo, ¿no?

- No sé...,- Patricia desvía la mirada al suelo.

- Oye... Sabes que estaré contigo siempre. Te apoyaré en todo. Llegará el momento en que todo se sabrá, pero tú siempre tendrás la última palabra,- la besa.

- Por cierto,- responde Patricia, tras el beso -. ¿Qué querías antes?

- ¡Ah! Que por fin he hablado con Dani. Nuestro plan ha funcionado a la perfección. Está con Berta. Y esta vez sí que sí,- Ángel hablaba con su perversa sonrisa sempiterna en su rostro, mientras Patricia le miraba incrédula.

- ¿Quieres decir que al final...?,- Ángel asiente. Patricia salta de alegría. Los dos ríen -. Ángel... Yo antes no era así... Yo antes era buena.

- Y yo,- responde él -. Y vístete, que vamos a hacerles una visita sorpresa.

lunes, 1 de febrero de 2010

CAPITULO 49

- Pels teus morts que sigui l'Apocalipsi,- responde una somnolienta voz.

- ¡Dani, tío! ¡Ya era hora de que lo cogieras!

- ¿Ángel?

- ¿Se puede saber qué te pasa que no me lo has cogido en todo el día?

- Estaba durmiendo...

- ¿Todo el día? Bueno... Cambiando de tema... ¿Qué tal ayer?

- ¿Ayer?

- Sí... Perdona que Patri y yo os dejásemos solos en el cine... Pero era la única manera...

- Ya lo suponía...,- la voz de Dani sonaba más despejada.

- Perdona, tío... Espero que haya ido todo bien...

- Bueno... Al principio estábamos muy tensos los dos, pero al final nos relajamos y pudimos hablar.

- ¿Y?

- ¿Cómo que "y"?

- No quiero ser un marujo, pero...

- Ya...,- Dani se sonríe -. El resto del día fue bien... Aún estábamos algo nerviosos y eso, pero a medida que pasaba la tarde, nos fuimos abriendo más.

- Así que al final todo bien, ¿no?

- Sí.

- ¿Habéis hablado... de lo que teníais que hablar?

- Sí.

- Pues entonces ya me siento mejor. Que era raro que no me llamaras por la mañana y me dedicaras esos piropos tan bonitos que dices siempre... Ya sabes... Gilipollas, cabrón... Que con tu voz suena tan bien...,- el Ángel sarcástico de siempre.

- Ya te he dicho que estaba durmiendo... Y con el móvil en silencio... Bueno, te lo he cogido ahora porque me he despertado y notaba el móvil vibrando en la mesilla.

- ¿Has estado durmiendo toda la tarde?,- Ángel se asombraba.

- Pues sí. Así es.

- ¿A que hora te has acostado entonces?

- Recuerdo oír dar las ocho de la mañana...

- ¿Has estado toda la noche despierto?

- Sí...,- seseo inseguro.

- ¿Y qué has estado haciendo?

- Lo que a ti no te incumbe, maldito enano,- cuelga.

Ángel no salía de su asombro. No por la respuesta, sino por quién le respondió. Porque la última frase no la dijo su amigo. Es más, esa voz era demasiado suave para la ronquera de su amigo. Además, esa voz le sonaba...

CAPITULO 48

- Esto es increíble...,- susurraba Ángel mientras marcaba aquel número en su móvil por enésima vez. Como las otras veces, saltó el contestador -. Dani, tío. ¿Dónde estás? Tú jamás dejas puesto el contestador. Estoy muy preocupado. Llámame en cuanto oigas esto. Por favor.

Patricia le abraza por la espalda.

- Tranquilo, Ángel,- le susurra dulcemente en el oído -. Seguro que nuestro plan resultó y está otra vez con Berta. Seguro que están hablando de todo este lío de faldas en el que estamos todos involucrados.

- Pero no es normal en Dani...,- Ángel estaba muy preocupado.

Patricia toma su muñeca y mira el reloj.

- Son las cinco de la tarde,- responde apática -. Llevas desde las diez de la mañana llamándole... ¿No crees que a lo mejor no quiere contestarte por pesado?

- Patricia, que no estoy para bromas...,- Ángel estaba muy serio.

- Tan sólo trataba de animarte un poco...,- Ángel suspira, bajando el rostro. Toma su mano, que estaba sobre su hombro.

- Perdóname, Patri. Pero ya te he dicho que él nunca jamás dejaba una llamada en espera. Siempre respondía. Y creo que me he asustado...

- Seguro que no es nada. A lo mejor se ha dejado el móvil en casa.

- ¿Dani? No creo...

- O está sin saldo...

- Es de contrato.

- O no tiene batería. ¿Que me dices a eso?,- el tono de Patri sonaba cada vez más retador. Pero lo vuelve a endulzar mientras le acaricia la barba -. Tú tranquilo, que en cuanto vea las llamadas que le has hecho te llama,- y le besa en la mejilla antes de dejarle solo en el salón e irse a la ducha. Ángel vuelve a mirar su móvil. Suspira. Quiere volver a marcar, pero se arrepiente justo antes de teclear el primer dígito.

- Ángel...,- se dice a sí mismo -. Te estás emparanoiando. Se supone que el obseso es él...,- y deja el móvil en la mesa que tiene delante antes de dejarse caer sobre el respaldo del sofá. Se queda mirando el móvil unos segundos. Le atrae. Le puede. Intenta resistirse, pero Ángel admite su falta de voluntad. Toma el móvil y marca nuevamente -. La última.

Un tono. No lo coge. Dos tonos. No va a contestar. Tres tonos. Ángel, cálmate. No llega a oírse completo el cuarto tono.

CAPITULO 47

Dani estaba inmóvil, sin saber qué hacer. Berta le estaba besando. Pero no la podía apartar; no porque ella fuera más fuerte, sino porque él mismo no reaccionaba. Sentía ese beso, le sentía en lo más profundo de su ser, le afectaba al corazón. Notaba un regusto amargo de tristeza en ese beso. Amargo y salado. Salado por las lágrimas que Berta no podía retener más en sus ojos. Al fin, Berta entreabre los ojos, como saliendo de un sueño del que no se quiere despertar, para luego abrirlos de par en par, asustada. Se separa.

- Lo siento, Dani,- tartamudea, mirando a todas partes excepto a Dani. No podía. -. Perdóname, de verdad. No sé qué me ha pasado... No quería hacerlo...,- trata de huir, pero Dani logra el control de su propio cuerpo y la agarra a ella de la muñeca antes de que salga huyendo, posiblemente al baño, a encerrarse para llorar. Berta le mira con gran miedo y vergüenza. Dani la mira serio y, como en un arrebato de locura, la abraza fuertemente por la cintura, la aprieta contra su cuerpo y se deja atrapar por sus pupilas.

- No,- le dice, con voz cavernosa -. Perdóname tú a mí,- y la besa apasionadamente.

No sabe por qué, pero él mismo estaba ahí, besándose con Berta, reconociendo el interior de su boca, dibujando su silueta en sus brazos, como queriendo fundirse con ella. La estaba besando. Pero no era un beso "de prueba", como queriendo saber si realmente ama a Berta o a Ángel. No. Era un beso de verdad. Dani, durante los pocos segundos que estuvo boca con boca con su compañera, sintió crecer un sentimiento extraño en su interior. Inexplicablemente, la imagen platónica de su amigo había desaparecido de su alma para dar paso a aquella con quien estaba compartiendo esos momentos tan mágicos.

Por fin, la deja respirar. Berta estaba con los ojos cerrados, abandonada de sí misma, haciendo que Dani cargara con todo su peso. Berta, en una palabra, estaba extasiada. Dani la miraba. Estaba realmente preciosa, a pesar del cabello alborotado, a pesar del camino que las lágrimas habían surcado en su rostro, a pesar de no estar maquillada, pero le daba igual. Era hermosa. Como una auténtica princesa. Como la Bella Durmiente. Y él el Príncipe Azul que la da el beso mágico que la hará despertar. Y así fue. Berta abrió lentamente los ojos y le vio. El brillo que ella vio en sus negros ojos la absorbió por completo. El semblante tan serio de su rostro la envolvió en un halo que la transportó más allá de las nubes. Estaba sin habla. Tan sólo pudo murmurar un "Oh, Dani...". No se podía creer lo que acababa de ocurrir. Finalmente logró lo que tanto tiempo llevaba esperando y soñando, y ahora que lo ha conseguido, no sabe cómo reaccionar. Ella no, pero él sí, porque Dani, siguiendo creyéndose dentro de un cuento de hadas, como si se tratase de su caballero de brillante armadura, la toma en brazos, cual frágil damisela, y la lleva a un lugar más cómodo.