martes, 9 de febrero de 2010

CAPITULO 54

Patricia se pasó el resto de la noche en vela. Intentó echarse un rato, pero era imposible, más por lo que había pasado que por lo que había dormido. El desmayo..., Dani y Berta..., con lo que les costó a ellos juntarles, y ahora, por un desmayo, se separan. Sin duda, el niño que espera no ha hecho más que darles problemas. Patricia comenzaba a odiarlo, pero veía a Ángel, quien nuevamente se durmió en la silla, y luchaba contra sí misma. Odiaba al niño desde que lo concibió, pero quiere tenerlo. Nunca antes vio a Ángel tan volcado en ella.

El amanecer llegó lentamente. Una enfermera entra con el desayuno. Da lo buenos días a Patricia en silencio, para no despertar a Ángel, pero falla. Ángel se despierta. Pide a la enfermera que le traiga un café, pero Patricia logra convencerle de que baje a la cafetería a tomárselo.

A primera hora llaman a la puerta.

- Qué pronto se ha tomado el café...,- piensa Patricia. La puerta se abre. Primero tímidamente, pero después como un vendaval, entra Berta. Corre a abrazarla. Llora -. Tranquila Berta. Estoy bien.

- Nos diste un buen susto,- la llena el rostro de besos. Se para y mira alrededor -. ¿Y Ángel?

- En la cafetería. Se lo pedí yo,- Berta la mira y sonríe -. Esto... ¿Y Dani?,- el rostro de Berta se oscurece -. Ángel me lo ha contado. ¿Cómo habéis podido...?

- Eres nuestra amiga, y no nos veíamos con fuerzas para seguir con lo nuestro después de lo que te ha pasado...,- una lágrima asoma.

- ¿Nuestro? Así que... ¿Ibais a intentarlo?,- Berta asiente triste -. Pero cuenta, cuenta...,- la indica que se siente en la cama.

- Bueno... Dani es un tipo divertido... ¿Qué te voy a decir? Ya lo ves en el programa. Me lo pasé muy bien con él este poco tiempo... Aparte de ello, también sabe comportarse. Sabe cuándo hay que ser serio y cuándo ser chistoso. Nunca antes había estado tan a gusto con un hombre.

- Pues no lo dejéis por una tontería...

- ¿Una tontería?,- Berta se levanta de un salto enfadada -. ¿Esto es una tontería? Patricia... ¡que estás en el hospital!

- Berta, cariño...,- le toma de la mano.

- ¡No! Lo hemos pasado muy mal ayer.

- Berta. He sido yo quien peor lo ha pasado. Pero deberías alegrarte por mí. ¿No ves que me río de ello? ¡Si estoy bien! ¡El niño también! Estamos todos bien...,- las dos se miran a los ojos. Berta cambia su rostro de la dureza de la roca a la suavidad del algodón. La humedad de sus ojos ayudan en la transformación. Se derrumba -. ¡Berta! No llores... Si ya estamos todos bien...

- Es que, cada vez que lo pienso... Si no hubierais venido a casa, seguro que no te habrías desmayado... Estarías en casa sentada, tan tranquila...

- No te creas. Me podría haber desmayado en casa, al levantarme para ir a la cocina, a la habitación, al comedor... O me habría desmayado en la calle si nos hubiéramos propuesto Ángel y yo a dar un paseo... Escúchame,- toma a Berta de las dos manos -. No lo dejéis. No quiero que mi hijo se enfade con sus padrinos.

Berta mira a Patricia asombrada. Se abalanza sobre ella, la abraza. Las dos sonríen.

- Prométeme una cosa,- Patricia le susurra -. Prométeme que volveréis a estar juntos.

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