- ¿Dónde te metiste?,- le preguntaba un Ángel inquisidor. Su mirada penetraba enfurecidamente en su ser. Dani notaba cómo le mataba poco a poco esa mirada de basilisco. Y Dani comenzó a creer que él mismo tenía la culpa de todo.
- En ningún sitio...,- susurró Dani.
- ¿Cómo que en ningún sitio?
- Después de salir de aquella discoteca, seguimos de bar en bar hasta las tantas de la mañana. Eso es todo.
- ¿Y me puedes explicar cómo demonios acabé en la cama con Patricia?
Dani no tenía respuesta para aquello.
- No lo sé, la verdad...
- Algo escondes... Lo veo en tus ojos...
- Tan sólo que me fui a casa... mientras tú seguiste con la parranda...
Ángel le miró con los ojos abiertos. Le dejó solo. ¡Solo! Y borracho, seguramente... ¿Cómo no le llevó a casa a él también? Ángel comenzó a cavilar.
- Me quedé solo... y borracho... con la idea fija de haberme encontrado con Patricia... Sumergido en alcohol, surgieron de nuevo los deseos... Desinhibido... Buscaría a Patricia... La encontraría... Y...
Ángel sacudió su cabeza tratando de sacar esas ideas de su mente. No era posible. No podía ser. Si Dani le hubiera llevado a él también a casa... Ángel empezó a formar en su cabeza la terrible idea de que la culpa de todo la tenía Dani. Su amigo. Su germá. Le miraba, y cada vez que lo hacía, la furia se apoderaba cada vez más de él. Quería darle un puñetazo, una patada. Quería matarle. Pero se contuvo.
- Lo siento, de verdad...,- respondió Dani, cabizbajo y comenzando a llorar -. Sé que todo esto es culpa mía, y lo siento. No sabía que aquel gesto llegaría a desembocar en esto.
Dani alza la mirada. Ve a Ángel, borroso por las lágrimas. Se fija en su mano derecha, formando un puño. Dani vuelve el rostro.
- Adelante. Desahógate. Lo entenderé.
Y así se quedaron durante unos segundos, segundos que quedaron congelados en el tiempo. Ángel deseaba pegarle, pero abandonó tal empresa. Se dio la vuelta enojado y se alejó de él.
- Dani,- dice al poco, dándole la espalda -. Sé que escondes algo. Algo más ocurrió en esa historia, pero que tú te lo callas. No sé si por vergüenza o por qué, pero estoy completamente seguro de que eso es la solución de todo esto. Y te juro por lo más sagrado que lo descubriré.
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