lunes, 21 de diciembre de 2009

CAPITULO 7

Dani estaba bastante nervioso. Cada minuto miraba su reloj. Luego alzaba la mirada. Oteaba todas las cabezas que había delante de él por si alguna le era familiar… Un par de veces cogió su móvil y quiso llamar, pero se detenía al momento. Una mano le tocó el hombro.

- ¡Hombre!,- dijo, levantando los brazos -. ¡Ya era hora, tío!

- Perdona la tardanza, pero es que no había taxis libres.

Ángel estaba igual o más de nervioso que él, y lo vio. Por eso le llamó para que quedaran. Para hablar. Para olvidar.

- ¿Quieres tomar algo?

- Una cerveza, aunque no sé si siquiera llegaré a probarla…

Dani invita a Ángel a sentarse en una mesa de aquel bar. Ya eran poco más de las diez de la noche y, la verdad, no había muchos lugares donde divertirse. Pero un bar… El bar es el punto de referencia para poder quedar con unos amigos y charlar tranquilamente de cualquier cosa. Y eso pretendía Dani. Charlar con el enano para que le comentara mejor lo de Patricia y, si puede ser, llevarle luego a algún otro sitio para divertirse y que la olvide por unos minutos.

- Bueno…,- dice finalmente Ángel -. ¿Para qué me has citado aquí?

- He estado pensando en lo que me dijiste ayer… De Patricia y eso…

- Dani,- le interrumpe su amigo -. No quiero hablar de ello. Prefiero olvidarlo…

- Por eso mismo,- Ángel le mira perplejo -. Te he citado para que tú y yo, si quieres, nos vayamos de fiesta.

- ¿Y adónde?

- ¡Da igual! La cosa es que nos divirtamos. Que te diviertas. Te diviertas y olvides. ¿Te hace?

- Hombre, Dani… No sé… No tengo el cuerpo ahora para juergas…

- Por favor, no me seas insuls.

- De verdad que te lo agradezco pero…

- Pero nada,- responde Dani, con tono autoritario -. Tú te vienes conmigo como que me llamo Daniel Mateo.

Dani se levanta de la mesa, toma a Ángel del brazo y salen del bar en busca de diversión. Recorriendo las calles madrileñas, entran y salen de los bares que aún quedaban abiertos a horas tan intempestivas como aquellas. Dani, poco a poco, conseguía hacer que su amigo olvidara todo lo que le estaba pasando, ese mal de amores que le carcomía por dentro, y hacer florecer en su rostro esa sonrisa tan cautivadora como pocas. Al final, encontraron una discoteca con muy buen ambiente donde poder divertirse a gusto, charlar sin las cohibiciones de antes y reír, reír sobre todo. Reírse de las adversidades, reírse de los problemas, reírse de todo. Aunque, la verdad, reían y olvidaban, sobre todo, gracias al alcohol. El alcohol, enemigo de la conciencia y de los remordimientos, arma secreta de la verdad y del subconsciente. Y los dos catalanes ya estaban empapados por dentro de este absintio brebaje.

- ¿Qué tal te lo estás pasando, Angelote?

- Tenías toda la razón del mundo, Dani. Me lo estoy pasando fenomenal. Y muchas gracias por obligarme a salir. Si es que… Tenía la cabeza como un bombo con este asunto… Y me medio obligué a decirte que sí, porque no soportaba más mirar a Emma a la cara y no avergonzarme de querer a otra mujer. Necesitaba de verdad salir y airearme un poco…

- Ahora que hablas de ello, me gustaría decirte una cosa… Yo…,- Dani miraba al suelo, con cierto rubor en su rostro.

Ángel se queda inmóvil, los ojos abiertos de par en par.

- No puede ser…,- susurra Ángel.

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